El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel volvió a apelar al lirismo para justificar la crisis que atraviesa el país tras el paso del huracán Melissa. En una nueva entrega de su programa Desde la Presidencia, el mandatario comparó al pueblo con las palmas reales, esas que “se doblan, pierden sus hojas, pero se mantienen en pie ante los peores vientos”.
Con tono solemne, aseguró que la “revolución está viva” y que sus “hijos siempre estarán a salvo”, aunque admitió que “los días se hacen lentos” para quienes siguen esperando electricidad, agua, alimentos o materiales para reconstruir lo poco que les quedó. Aun así, repitió el estribillo de siempre: que el gobierno “no dejará a nadie abandonado a su suerte”.
Díaz-Canel se defendió también de quienes califican a Cuba como un “Estado fallido”, llamándolos “voceros del odio”. Según él, “en Cuba el Estado somos todos”, y el “tejido social creado por la revolución” es “más poderoso que un Estado común, porque representa el poder del pueblo”.
Reacciones en redes: del cansancio al sarcasmo
El discurso, difundido por CiberCuba Noticias, desató una avalancha de respuestas en redes. En cuestión de horas, el video superó las 2,600 reacciones y 1,600 comentarios, la mayoría con tono de burla o indignación.
“Poeta del desastre”, escribió un usuario. “Resistentes no, agotados”, añadió otro. Las críticas coincidían en lo mismo: los cubanos no quieren metáforas, quieren soluciones. “Siempre dice que nadie quedará abandonado, y después la ayuda nunca llega”, comentó una internauta desde Santiago de Cuba.
Otros fueron más directos: “El pueblo no necesita palmas, necesita comida, corriente y techo”.
Palabras bonitas, realidades duras
Mientras Díaz-Canel habla de “unidad y resistencia”, la realidad en el oriente cubano sigue siendo dramática. El huracán Melissa arrasó cultivos, dejó miles de viviendas destruidas y comunidades enteras sin electricidad ni agua potable.
Aunque el gobernante aseguró que “no hubo pérdidas de vidas humanas”, en Santiago de Cuba se reportaron al menos dos fallecimientos, confirmados por familiares y testigos locales. En su discurso, el mandatario evitó mencionar esas muertes, limitándose a enumerar “las ocurrencias de todo tipo, menos la vida”.
Durante sus recorridos por las zonas afectadas, prometió que “nadie quedará desamparado”, sin precisar cuándo ni cómo llegará la ayuda. Pero los testimonios en redes sociales cuentan otra historia: familias que lo perdieron todo y siguen esperando atención, poblados sin servicio eléctrico por más de una semana y colas interminables para conseguir un poco de comida.
“Los principios no se comen”
Días antes, en otro discurso, Díaz-Canel había insistido en que “los principios no son negociables”. La respuesta ciudadana fue inmediata y mordaz: “Los principios no se comen ni se toman. La gente no quiere resistir, quiere vivir”, escribió una usuaria, reflejando el hartazgo generalizado.
Con su retórica poética, el mandatario parece cada vez más desconectado del día a día de los cubanos, que no ven en las palmas un símbolo de esperanza, sino de resignación. Porque en la Cuba real, resistir ya no es un orgullo: es una condena.







