En medio de la recuperación tras el huracán Melissa, que arrasó el oriente de Cuba, el diario oficial Granma optó por señalar al exilio y a los medios independientes como responsables de fomentar “odio” y “descontento” en la población.
En un artículo titulado “Odiadores sin rescate”, Francisco Arias Fernández acusa a “ciberterroristas a sueldo de Marco Rubio” y a cubanos en Miami de “encender las redes y las calles con infamias, falsos rumores e invitaciones a la revuelta”, señalando incluso que promueven “la intervención militar de las tropas yanquis”. Según el texto, estos “odiadores” celebran la desgracia ajena y buscan “corroer la imagen de Cuba”, ignorando los supuestos “actos heroicos” de las autoridades y la población.
Sin embargo, la narrativa oficial choca con la evidencia que llega desde el terreno. Familias enteras siguen durmiendo al aire libre, comunidades permanecen incomunicadas y la falta de atención estatal es constante. Vecinos de Mayarí, Granma, mostraron restos de viviendas destruidas mientras denunciaban que “no ha venido nadie” del gobierno a ayudarlos.
Mientras tanto, el exilio cubano ha organizado colectas de alimentos, medicamentos y artículos de primera necesidad desde Miami, Tampa y Madrid, enviando vuelos humanitarios y promoviendo campañas solidarias para las provincias más afectadas: Holguín, Granma, Las Tunas y Santiago de Cuba. Artistas y empresarios se han sumado, convirtiendo la solidaridad ciudadana en el verdadero soporte para cientos de familias que esperan ayuda.
La estrategia de Granma de culpar al exilio ha generado críticas dentro de la isla, donde cada vez más personas cuestionan el énfasis en buscar enemigos externos en lugar de enfrentar los problemas estructurales que agravan cada desastre natural.
Mientras tanto, las imágenes que llegan desde el oriente cubano —techos arrancados, niños descalzos sobre el lodo y abuelos cocinando con leña— recuerdan una verdad incuestionable: el pueblo cubano resiste no gracias al poder, sino a pesar de él.










