El activista cubanoamericano Carlos Lazo, líder del proyecto Puentes de Amor, volvió a ocupar titulares esta semana tras realizar una donación de cinco mil libras de leche en polvo enviadas desde Estados Unidos hacia la provincia de Holguín, según confirmó la Empresa Cubana de Aeropuertos y Servicios Aeroportuarios (ECASA) en la red social X.
El cargamento, dirigido a hospitales pediátricos y familias damnificadas por el huracán Melissa, fue recibido con entusiasmo por los medios oficialistas, que destacaron la entrega como un “gesto de solidaridad” desde el exterior. La reacción marcó un giro evidente: tras meses de silencio y frialdad hacia Lazo, las instituciones estatales vuelven a abrirle las puertas, al menos públicamente.
De las críticas al MINSAP al regreso al redil oficial
Durante 2024, Lazo mantuvo un tenso enfrentamiento con el Ministerio de Salud Pública (MINSAP), al denunciar que las autoridades cubanas le impedían entregar directamente sus donaciones a hospitales y orfanatos, amparadas en una maraña de “regulaciones misteriosas”. Aquel reclamo, poco común en alguien tan alineado con el oficialismo, generó molestia dentro del régimen, especialmente en el ministro José Ángel Portal Miranda, cuestionado por el colapso del sistema sanitario pero aún protegido por Miguel Díaz-Canel.
Pese a ese desencuentro, el profesor radicado en Seattle ha retomado su habitual discurso de apoyo al régimen y contra el embargo estadounidense, justo cuando reanudó sus envíos humanitarios a la isla. El giro ha sido aprovechado por la propaganda oficial para reinsertarlo como figura leal y funcional, ocultando los roces anteriores.
Silencio sobre las contradicciones
En redes sociales, los voceros del régimen presentaron la nueva entrega como una muestra de “amor y compromiso con el pueblo cubano”, sin mencionar los choques previos entre Lazo y las autoridades ni los obstáculos que impone el propio Estado para recibir ayuda desde el exterior.
Su cercanía con personajes del aparato ideológico, como el trovador Israel Rojas (líder de Buena Fe) o el exespía Gerardo Hernández Nordelo, coordinador nacional de los CDR, refuerza su papel como vocero oficioso de La Habana en el exilio, más dedicado a justificar la narrativa del castrismo que a denunciar sus abusos.
Un vaivén político calculado
El regreso de Lazo al favor del régimen confirma un patrón cíclico: episodios de “rebeldía controlada” seguidos por reconciliaciones convenientes, donde su proyecto Puentes de Amor funciona como herramienta propagandística para mostrar una supuesta apertura humanitaria del gobierno.
Mientras el pueblo cubano sigue padeciendo apagones, hambre y hospitales colapsados, el régimen utiliza figuras como Lazo para maquillar su imagen internacional, vendiendo donaciones puntuales como grandes gestos de hermandad. En el fondo, nada cambia: los puentes de amor de Carlos Lazo siguen tendidos, pero solo en una dirección —hacia la complacencia con el poder.










