La cruda verdad del policlínico en Guanabacoa: ‘Mi mamá murió aquí’ y no hay nada

Redacción

Cuando una persona en Cuba dice “mi mamá murió aquí”, no es una frase para hacer ruido. Es un grito de dolor, frustración y rabia contenida. Esta vez, ese grito salió de una cubana en Guanabacoa, que grabó con su propio teléfono lo que encontró en el Policlínico Ángel Machaco Ameijeiras: pasillos vacíos, salas sin personal, equipos rotos y médicos sin herramientas para salvar vidas. Su denuncia no tardó en volverse viral.

En el video, publicado por la plataforma independiente Alas Tensas, la mujer recorre el área de urgencias mientras su voz tiembla entre indignación y tristeza. “No hay nada, no hay pacientes, no hay urgencia de servicio, el médico… esto está vacío”. Y enseguida su frase más dura: “La gente se está muriendo; mi mamá se me murió aquí ayer y nada hay”. No hay medicamentos, no hay personal, no hay directora. No hay respuestas.

Mientras avanza por los pasillos, la cámara muestra lo que ella describe: un policlínico fantasma. Sillas vacías, salas cerradas, un silencio incómodo que en cualquier lugar del mundo sería inaudito en un centro de urgencias. “Los enfermeros están con los pacientes, y los médicos no saben qué van a hacer. Aquí no hay nada. Terapia tampoco. Los aparatos rotos. Mi mamá se me murió ayer”, repite, como si necesitara convencerse de que es real.

Pero lo más doloroso está por venir: el oxígeno, elemento básico para salvar vidas en emergencias respiratorias, no funcionaba. La mujer explica que cuando su madre llegó aún viva, “no aparecía la llave del oxígeno”. Y cuando por fin dieron con el equipo, el médico de guardia le dijo que estaba roto. “Mi mamá llegó aquí en vida… la acabo de enterrar hoy y no hay nada”, cuenta con una calma que duele más que el grito.

Su testimonio vuelve a poner sobre la mesa una verdad que ya nadie puede disfrazar: el sistema sanitario cubano está en ruinas. Faltan medicamentos, faltan insumos, fallan los equipos, falla la gestión, falla todo menos la propaganda.

Alas Tensas, al compartir el video, fue contundente: mientras el Estado habla de “potencia médica”, en los policlínicos falta hasta la limpieza. Escasea el agua, escasea la electricidad, escasea el personal. Y lo que más escasea es la esperanza. Cada día, dicen, la gente se muere sin atención, sin medicinas y sin una mínima oportunidad.

Y la historia no termina en Guanabacoa. A principios de noviembre, otra madre, Leydis Moreno, tuvo que denunciar en redes las terribles condiciones del Hospital Pediátrico de Holguín para que alguien la escuchara. Su hijo, con una enfermedad neurológica, estuvo recibiendo una atención mínima hasta que la exposición pública obligó a mover a los responsables.

El Observatorio Cubano de Conflictos no se quedó atrás y bautizó la crisis como un “genocidio silencioso”. Una frase fuerte, sí, pero difícil de refutar cuando los hechos muestran abandono estructural, negligencia institucional y una población que sobrevive a base de suerte.

En paralelo, el MINSAP reporta más de 20 mil casos de chikungunya, aunque cualquier cubano sabe que la cifra real podría ser mucho más alta. Entre hospitales saturados y farmacias vacías, las estadísticas se sienten cada vez más lejanas de la realidad.

La denuncia desde Guanabacoa se suma a una ola creciente de testimonios que apuntan a lo mismo: en Cuba, enfermarse es una ruleta rusa, y encontrar atención médica digna se ha convertido en un lujo. Mientras tanto, las familias siguen enfrentando pérdidas que podrían haberse evitado. Y cada nueva historia confirma que la crisis sanitaria está lejos de tocar fondo.

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