Cuando en Cuba cae un ciclón, no es solo viento y agua. Es la ansiedad que se mete en los huesos, es el techo que uno mira como si fuera un enemigo, y es también la solidaridad que sale de donde menos se espera. En medio del desastre que dejó el huracán Melissa, el humorista Ulises Toirac se lanzó a las redes para defender algo que, para él, es de sentido común: las donaciones. Sí, libertad es necesaria, dice, pero cuando la gente pierde el techo, la ropa, la casa y hasta la esperanza, también hace falta ayuda.
Toirac, acostumbrado a usar la ironía como escudo y espada, esta vez habló sin rodeos. Contó que lleva días viendo las imágenes del oriente del país y que lo que está pasando allí no es solo grave: es “dantesco”. Y claro, en las redes el debate está encendido. Hay quienes dicen que no se debe mandar nada, que Cuba lo que necesita no son donaciones, sino libertad. La eterna discusión. Pero él decidió poner el freno y pedir un poco de humanidad.
En su publicación en Facebook, recordó un detalle que algunos pasan por alto: la Iglesia Católica se ofreció como garante de la distribución de la ayuda humanitaria. Tanto la que envía Estados Unidos como la que quiera enviar cualquier persona o institución. Para él, eso ya es un paso inmenso, una manera de esquivar trabas y demostrar que, cuando hay voluntad, se abren caminos incluso donde todo está roto.
Toirac agradeció el gesto de la Iglesia con una sinceridad que sorprendió a muchos. Dijo que ese acto de humanidad busca “salvar un escollo innecesario y absurdo” y que él lo celebra. Porque el sufrimiento que hay en las provincias orientales no se resuelve con consignas, sino con comida, ropa seca, techos, colchones, medicamentos y una mano amiga.

El comediante también recordó algo que duele admitir: hay familias que llevan años viviendo en albergues desde ciclones anteriores. Y ahora, encima de la precariedad, llegó otro golpe. “Hay que tener sensibilidad, empatía, humanismo”, escribió. Y puso un ejemplo contundente: Jamaica está recibiendo toneladas de ayuda internacional, y nadie está cuestionando si antes deben resolver todos sus problemas internos. Porque cuando la desgracia cae, lo básico es ayudar.
“No se trata de Gobierno. Se trata de personas”, insistió. Personas humildes, sin recursos, sin reservas, sin plan B. Y ahí, Toirac se ofreció incluso a ir él mismo a los pueblos a “hacerle pujos a la gente pa alegrarles un poco la vida”, si alguna empresa o particular lo respalda. Una mezcla muy cubana de tragedia y humor para levantar ánimos donde casi todo está por el piso.
Lo que dice Toirac no va al vacío. El propio gobierno reconoció esta semana que las afectaciones por el huracán superan las 45 mil viviendas en el oriente del país. Techos arrancados, casas destruidas y miles de personas todavía en centros de evacuación o casas de familiares. La lista sigue: más de 1,500 escuelas dañadas, 14 mil evacuados en instalaciones estatales y más de 120 mil en “centros de protección”.
Así que sí, libertad es necesaria. Cambios profundos son necesarios. Pero, como dice Toirac, cuando un país queda con el alma y el techo agujereados, también hace falta algo tan simple como ayuda. Ayuda real. Ayuda urgente. Ayuda sin condiciones.










