Cubana que encaró a Díaz-Canel por no tener ni una cama donde dormir tras paso del huracán Melissa reaparece con «agradecida» con la Revolución

Redacción

El régimen cubano vuelve a demostrar su perversa habilidad para convertir la humillación en herramienta de control social.

Después de que un video mostrara a Francisca, una anciana del poblado de El Cobre, reclamando a Miguel Díaz-Canel por la pérdida de su cama tras el paso del huracán Melissa, ahora la mujer reaparece en otra grabación completamente diferente: dócil, agradecida, exaltando la “revolución” y recordando a Fidel Castro como si nada hubiera pasado.

Les doy gracias a esa revolución tan linda y al comandante Fidel, que en esa piedra está y sigue vivo”, dice Francisca, con un tono que delata más miedo que convicción. No es sorpresa: hablar frente a las cámaras del régimen, con la primera secretaria del PCC en Granma, Yudelkis Ortiz Barceló, supervisando cada palabra, es jugar bajo reglas impuestas por un Estado que controla hasta la voz de sus ciudadanos.

El video publicado por Ortiz Barceló en Facebook parece sacado de un manual de manipulación política: una anciana frágil, bajo la mirada de la dirigente comunista que funciona como maestra de ceremonias, corrigiendo, guiando y “recordando” lo que debe decir. Lo que debería ser una asistencia humanitaria genuina se transforma en una sesión de adoctrinamiento y control ideológico.

“La manipulación es una grotesca manera de dividir”, escribió la funcionaria al subir el video, tratando de darle un barniz justificante a lo que es claramente una retractación forzada.

Francisca se había convertido en un símbolo involuntario de la indignación popular. Durante un recorrido oficial, interpeló al gobernante para reclamar la pérdida de su cama. “No tenemos cama”, gritó entre la multitud, a lo que Díaz-Canel respondió con un frío “Y yo tampoco tengo para dártela ahora”, frase que fue viralizada y dejó al desnudo la desconexión moral entre un líder blindado y un pueblo devastado.

Pero la respuesta del régimen no fue reconocer su falta de sensibilidad, sino reescribir la historia. Primero, el programa oficialista Chapeando Bajito intentó minimizar el hecho mediante una transcripción escrita, sin mostrar el video original. Luego, llegó el paso siguiente: mostrar a la propia anciana “arrepentida” junto a la secretaria del PCC, como un ejemplo de obediencia restaurada.

Este patrón no es nuevo. Hace semanas, Ortiz Barceló exhibió a Mayelín Carrasco Álvarez, madre detenida, “arrepentida” por protestar. En octubre, la Seguridad del Estado obligó al pediatra Erlis Sierra Gómez a leer un guion de disculpas frente a la cámara después de ser arrestado por participar en una manifestación pacífica. Tres casos distintos —un médico, una madre y una anciana—, un mismo guion: el miedo como instrumento audiovisual de control social.

El método es brutal en su sencillez. Primero, se reprime cualquier muestra de inconformidad. Luego, bajo vigilancia, se fuerza al ciudadano a confesiones públicas o agradecimientos simulados, borrando su dignidad. La retractación se convierte en un ritual de obediencia: la víctima deja de ser un individuo con derechos y pasa a ser un ejemplo de sumisión, una advertencia visual para el resto de la población.

Nada en la nueva intervención de Francisca transmite espontaneidad. Su voz exaltada, la insistencia en agradecer a “esa revolución tan linda” y la teatralidad del momento hablan más de intimidación que de gratitud. No hay alivio en su mirada, solo resignación. La puesta en escena, difundida por una autoridad política, no busca explicar nada, sino neutralizar el daño simbólico causado por un presidente que fue sorprendido en su frialdad. La propaganda cubana no quiere empatía, quiere obediencia; no busca justicia, busca control.

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