El opositor cubano José Daniel Ferrer, recién llegado al exilio en Estados Unidos, volvió a poner el dedo en la llaga: las prisiones del régimen cubano son verdaderos campos de concentración, donde los presos políticos sobreviven entre torturas, enfermedades y hambre. Así lo denunció en declaraciones recogidas por Newsweek Argentina, luego de recibir la Medalla Truman-Reagan de la Libertad, otorgada por el Departamento de Estado norteamericano por su larga lucha por la democracia y los derechos humanos en la Isla.
Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), aseguró que más de 700 cubanos están tras las rejas por motivos políticos, sometidos a condiciones que violan cualquier estándar humano. Según explicó, la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas se propagan sin control, mientras los presos mueren cada semana ante la indiferencia del régimen.
El opositor no se mordió la lengua al describir el panorama dentro de esos recintos: “En Cuba se tortura por hablar, por quejarse o por intentar sobrevivir con dignidad”, afirmó. Detrás de los muros de las cárceles, dijo, reina la corrupción, los castigos arbitrarios y la crueldad de un sistema que se alimenta del miedo. Ferrer las calificó como feudos del poder comunista, donde los reclusos no tienen voz ni derechos.
El activista también denunció las condiciones infrahumanas de vida dentro de las prisiones. Contó que el agua que se les da a los reos es impropia para el consumo, y que la comida, cuando llega, apesta y está en descomposición. “La alimentación es tan repugnante que hasta los perros la rechazarían”, comentó con ironía amarga.
Su salida de Cuba, explicó Ferrer, no fue una decisión libre sino un destierro impuesto. En entrevista con CNN, relató que el acoso constante del régimen, los allanamientos, la persecución a su familia y la falta total de alimentos y medicinas lo obligaron a aceptar el exilio. “Me dejaron sin opciones. Era eso o ver morir a mis hijos”, dijo.
Ferrer fue liberado solo después de que Estados Unidos interviniera formalmente, tras denunciar el deterioro de su salud y las constantes violaciones a sus derechos. Aun así, el líder opositor recordó los abusos sufridos dentro de prisión: golpizas por militares y presos comunes, torturas físicas y psicológicas, y largas temporadas de aislamiento.
“Durante varios días me amarraron de pies y manos mientras otros presos me golpeaban sin descanso”, contó. En una ocasión, los carceleros intentaron quebrar su huelga de hambre obligándolo a tragar una sopa podrida, usando un palo y un embudo. “Era comida en descomposición. Una tortura más, disfrazada de atención médica”, denunció.
Tras pasar más de tres años sin ver a su familia, ni tener siquiera un papel donde escribir, Ferrer arrastra secuelas en la columna vertebral que le recuerdan a diario los métodos de la dictadura.
Al recibir la medalla en Washington, el líder de UNPACU dedicó el reconocimiento a todos los presos políticos y a las víctimas del comunismo cubano, asegurando que el verdadero honor no es personal, sino para quienes siguen resistiendo dentro de la Isla. “Este premio no es solo mío. Es de todos los que sufren bajo la tiranía y aún así no se rinden”, expresó.










