La admisión oficial del descontrol de las arbovirosis en Cuba —dengue, chikungunya y Oropouche— parece marcar el inicio de una nueva etapa de control social disfrazado de “disciplina sanitaria”. Aunque el régimen evita usar la palabra “confinamiento”, el discurso de Miguel Díaz-Canel deja entrever que los encierros podrían volver, con el mismo libreto de la pandemia.
“Vamos a trabajar esta epidemia como mismo se trabajó la COVID-19”, declaró el gobernante designado en una reunión celebrada este martes en el Palacio de la Revolución. Una frase que, lejos de tranquilizar, despierta escalofríos en la memoria colectiva de un pueblo que recuerda los toques de queda, los cercos epidemiológicos y la militarización de barrios enteros.
Del “aislamiento domiciliario” al control vecinal
El artículo publicado en el portal oficial de la Presidencia detalló una estrategia centrada en “lograr el ingreso de todos los pacientes febriles”, incluso “en la vivienda”, con “aislamiento domiciliario” y “seguimiento por equipos básicos de salud y estudiantes de Medicina”.
Tras ese lenguaje técnico se esconde una política bien conocida: vigilancia y restricción de movimientos bajo el disfraz de protocolo sanitario. En Cuba, palabras como “disciplina”, “seguimiento” o “aislamiento” han sido históricamente sinónimos de control vecinal, coerción y represión preventiva.
Durante la pandemia, miles de personas fueron retenidas por la fuerza en sus casas o en centros de aislamiento insalubres, con la complicidad de los Comités de Defensa de la Revolución. Hoy, todo indica que el régimen ensaya la misma fórmula, pero sin decretos públicos ni cobertura mediática.
Opacidad y propaganda en lugar de salud pública
Mientras el gobierno repite consignas sobre “la experiencia de la COVID-19” y “la ciencia revolucionaria”, no ofrece un solo dato real sobre la magnitud del brote. No se publican cifras de mortalidad, hospitalizaciones ni distribución territorial de los casos.
La doctora Yagen Pomares, directora de Atención Primaria, admitió que lograr la “disciplina de los pacientes” durante el aislamiento es “complicado”. Una frase que, más que preocupación médica, revela el tono coercitivo del plan y la impotencia del sistema ante el colapso sanitario.
Con hospitales sin reactivos, sin medicamentos y con un personal médico exhausto o emigrado, el régimen no tiene capacidad para contener una epidemia, solo para vigilar y censurar a quienes la denuncian.
El regreso del encierro silencioso
Todo apunta a que Cuba se encamina hacia una versión silenciosa del confinamiento, impuesta sin anunciarla. Una estrategia basada en el miedo, la propaganda del sacrificio colectivo y la negación de la realidad.
Mientras tanto, los mosquitos siguen propagando enfermedades, los hospitales se desbordan y el gobierno vuelve a convertir una crisis sanitaria en una excusa para reforzar el control político.
En la Cuba de Díaz-Canel, el virus no solo enferma: también sirve para encerrar, callar y someter.










