Vecinos del barrio Arroyo Blanco, en el municipio Cacocum, denuncian una situación crítica de incomunicación desde el paso del huracán Melissa. La única vía de acceso hacia el cercano pueblo de Cristino Naranjo —un pequeño puente usado por residentes para comprar alimentos o llevar a los estudiantes a la escuela— colapsó por completo, dejando a la comunidad prácticamente aislada.
“Solo podemos transitar por la línea del tren. Ya no hay camino. El puente se lo llevó el huracán y el canal abrió un hueco enorme en el terraplén”, relató una vecina..
La falta de comunicación es solo una de las múltiples dificultades que enfrentan los pobladores. Las lluvias intensas provocaron inundaciones en todas las casas y la contaminación de los pozos de agua con estiércol de vacas, dejando a los vecinos sin acceso a agua potable. Además, la escasez de alimentos agrava la situación: “Estamos sin agua para tomar, sin comida porque no hay dónde comprar. Nadie se ha preocupado por la situación. Hay niños, ancianos y enfermos. Hemos perdido todo lo poco que teníamos”, expresan los afectados.
El abandono institucional es evidente. Según los vecinos, ninguna autoridad municipal ni provincial se ha presentado para evaluar los daños o brindar asistencia: “No ha venido nadie. Nadie se interesa por lo que pasa aquí”, señalan.
El barrio Arroyo Blanco se convierte así en un ejemplo del abandono estatal que sufren muchas comunidades del oriente cubano tras cada desastre natural: aislamiento total, falta de agua, alimentos y atención institucional. Los vecinos claman por ayuda: “Solo pedimos que alguien venga, que vean cómo vivimos, que nos ayuden a salir de esta situación.”
Esta denuncia pone de relieve la crisis estructural que enfrenta el país, donde los huracanes no solo destruyen infraestructura, sino que también exponen la incapacidad del régimen para garantizar asistencia básica a su población más vulnerable.







