Cuba atraviesa una crisis sanitaria que parece imposible de ignorar, aunque el gobierno insista en minimizarla. En la más reciente Mesa Redonda, altos funcionarios del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) negaron que los servicios de salud estén colapsados y atribuyeron el aumento de enfermedades como dengue y chikungunya a “factores sociales y ambientales”. Mientras tanto, la realidad en hospitales, funerarias y cementerios pinta un panorama mucho más sombrío.
La doctora María Guadalupe Guzmán, del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, y Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, aseguraron que la situación está “bajo control” y rechazaron las denuncias de saturación hospitalaria o escasez de medicamentos. Según Durán, los casos están “en tendencia a la disminución”, aunque no ofreció cifras claras sobre fallecidos ni sobre la ocupación real de las camas hospitalarias.
Curiosamente, el propio Miguel Díaz-Canel reconoció el miércoles la existencia de una “epidemia” de arbovirus en la isla, pidiendo medidas similares a las aplicadas durante la COVID-19. Esto contradice el discurso de contención de sus propios funcionarios y genera aún más confusión sobre la magnitud de la crisis.
Los especialistas del MINSAP culpan a factores externos: cambio climático, manejo inadecuado de residuos y movilidad de viajeros, además del embargo estadounidense, que según ellos limita la llegada de equipos de fumigación. Prometen, eso sí, que pronto habrá nuevos equipos para todas las provincias. La doctora Yagen María Pomares Pérez, directora de Atención Primaria, explicó que todos los pacientes con síntomas febriles son hospitalizados, aunque el ingreso puede ser domiciliario o en instituciones de menor nivel, minimizando la gravedad aparente de la situación.
A pesar de estas declaraciones oficiales, los hospitales en Matanzas, Ciego de Ávila y La Habana reportan saturación de salas y falta de personal médico. El MINSAP informó que más de 21.600 personas han sido diagnosticadas con chikungunya en 14 provincias, pero no dio datos recientes sobre dengue ni oropouche. Mientras tanto, el médico y activista Lucio Enríquez Nodarse calificó la situación de “catástrofe sanitaria” y pidió intervención humanitaria internacional.
La crisis se refleja también en los sistemas funerarios y cementerios del país. Trabajadores en La Habana reportan más de 160 fallecidos diarios, con cadáveres que permanecen hasta 12 horas sin ser recogidos por falta de transporte o combustible. En Camagüey, ataúdes apilados y restos humanos expuestos son imágenes que circulan en redes sociales, mientras familias deben esperar días para velar o cremar a sus seres queridos.
A pesar de esta realidad, el régimen insiste en pedir “disciplina y confianza” en su sistema de salud, mientras hospitales, funerarias y cementerios muestran un país desbordado por una crisis sanitaria sin precedentes, donde la burocracia y la falta de recursos chocan con la necesidad urgente de atención médica. La brecha entre la narrativa oficial y la realidad cotidiana nunca ha sido tan evidente.







