María Victoria denuncia que sus sobrinos tienen el Internet cortado y el WhatsApp bloqueado: «Esto es un caso típico de ensañamiento brutal»

Redacción

El juicio contra el exministro de Economía Alejandro Gil Fernández, una de las figuras más poderosas del régimen hasta hace poco, arrancó este martes en La Habana bajo un manto de silencio, secretismo y represión. El proceso, descrito por su familia como una “cacería política”, se realiza a puertas cerradas y sin acceso público, mientras los parientes del acusado denuncian estar prácticamente incomunicados.

En conversación con Javier Díaz, periodista de Univisión, la hermana del exministro, María Victoria Gil, rompió el cerco informativo con un testimonio desgarrador. La abogada, con voz entre la rabia y la impotencia, describió un proceso “blindado”, donde ni siquiera puede comunicarse con sus sobrinos. “Desde ayer les cortaron el internet y les bloquearon el WhatsApp”, relató.

“Esto es un caso típico de ensañamiento brutal”, denunció sin rodeos. Según contó, su hermano lleva más de un año encerrado en una cárcel de alta seguridad, sometido a un trato humillante que ha dejado huellas físicas y emocionales: “ha bajado 50 libras, perdió el cabello… tiene una alopecia provocada por el estrés”, detalló con dolor.

Para María Victoria, el supuesto “espionaje” que se le imputa es solo una excusa. “Mi hermano no es ningún espía. Lo que sí creo es que intentó cambiar cosas dentro del sistema económico, y eso lo volvió incómodo para la cúpula”, explicó, apuntando que su verdadero pecado fue intentar mover las piezas del inmóvil tablero comunista.

La abogada insistió en que la corrupción es sistémica y estructural, pero que su hermano fue “sacrificado” por intentar darle un mínimo de respiro al sector privado. En otras palabras, pagó el precio de desafiar la maquinaria estatal.

Pese a todo, María Victoria confesó tener una “pequeña esperanza” en el presidente del Tribunal Supremo Popular, Rubén Remigio Ferro, con quien estudió en la universidad. “Sé que es un hombre serio y espero que no permita una injusticia”, dijo, aunque enseguida reconoció lo obvio: “en Cuba no existe un Estado de derecho, y por tanto, cualquier cosa puede pasar”.

La defensa del exministro está en manos del abogado Abel Solar, especialista en delitos económicos, quien enfrenta el reto de lidiar con una Fiscalía que pide cadena perpetua por espionaje, una de las acusaciones más graves del Código Penal cubano.

La hermana fue contundente al enviarle un mensaje directo al acusado: “Habla, no te calles. Más vale morir con dignidad que vivir humillado”. Con firmeza añadió: “La dignidad, la libertad y la verdad no tienen precio”.

El juicio, según confirmaron medios independientes, se desarrolla en la Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado, en Marianao, rodeada de militares y bajo un hermético dispositivo de seguridad. Solo uno de los hijos del exministro, Alejandro Arnaldo Gil González, pudo entrar; su hija, Laura María, fue dejada fuera a pesar de haber pedido asistir.

Laura denunció en redes que la familia se enteró del juicio por la televisión estatal y que el mismo día del anuncio les cortaron la comunicación. “Nada me cambia la idea de que mi padre no es un espía”, afirmó.

Gil Fernández, destituido en febrero de 2024, enfrenta acusaciones de espionaje, malversación, cohecho, evasión fiscal, lavado de activos y falsificación de documentos, una lista tan extensa como conveniente para el régimen, que busca un chivo expiatorio para su desastre económico.

Mientras el proceso avanza en silencio, Cuba entera observa cómo uno de los hombres que manejó las finanzas del país pasa de ser pieza clave del sistema a enemigo del Estado. En un país donde el poder nunca se equivoca, la justicia vuelve a ser, una vez más, un espectáculo de castigo político con final anunciado.

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