El gobierno cubano informó que el agua natural distribuida a los damnificados por el huracán Melissa en Río Cauto, Granma, tendrá un precio “simbólico” de 40 pesos por núcleo familiar. Es decir, ni el agua que debería ser un derecho básico en plena emergencia llega sin pasar por caja.
La “aclaración” apareció en Facebook, publicada por el funcionario José Manuel Rodríguez Valdivia, quien compartió una nota firmada por Misladis Alcolea Núñez, directora municipal de Comercio y Gastronomía. La funcionaria dejó claro que el recurso “no es donativo”, sino parte de la reserva estatal para desastres, y que se cobra para cubrir “costos logísticos”. Un clásico del discurso oficial para justificar lo injustificable.
El comunicado detalla que el agua se venderá en los diez Consejos de Defensa de Zona, a razón de una sola unidad por familia. Una cantidad que resulta tan “simbólica” como el propio precio, porque en la práctica no resuelve absolutamente nada para quienes lo perdieron todo.
Río Cauto fue uno de los territorios más golpeados por el huracán Melissa, que dejó inundaciones, destrucción y familias enteras sin hogar. Sin embargo, en vez de apoyo real, el régimen vuelve a repetir la misma receta: cobrarle a los damnificados por sobrevivir.
Esta tampoco es la primera “aclaración” del gobierno local tras el paso del ciclón. Ayer mismo, el mismo funcionario difundió otra nota oficial donde se precisó que los colchones entregados a los afectados tampoco eran gratis. Según el texto, “el Estado subsidia, pero no regala”, y los damnificados con “solvencia económica” deben pagar 456 pesos por un colchón de 911. Solo quienes están bajo asistencia social lo reciben sin costo.
Para completar el cuadro, Rodríguez también anunció días atrás la venta de salchichas y picadillo a los pobladores, igualmente en cantidades simbólicas e insuficientes para familias que quedaron literalmente con las manos vacías.
En vez de alivio y solidaridad, lo que reciben los afectados en Río Cauto es una factura. Una vez más, el régimen demuestra que incluso en medio del desastre natural, el negocio nunca se detiene. Y que ni el agua, ni los colchones, ni la comida llegan sin antes pasar por la registradora del Estado.










