Holguín empeora tras el huracán: dengue, chikungunya y un caos sanitario que el régimen no puede ocultar

Redacción

La provincia de Holguín está hundida en un deterioro epidemiológico brutal, justo cuando la población intenta recuperarse del golpe del huracán Melissa. El dengue —en su serotipo cuatro— y la chikungunya avanzan sin control, mientras miles de holguineros reportan fiebre, dolores intensos y un malestar general que se ha vuelto parte del día a día.

La directora del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, Geanela Cruz Ávila, reconoció que en el último mes crecieron de manera alarmante los tratamientos por síndrome febril. Nada sorprendente en un territorio donde la focalidad del Aedes aegypti está por las nubes y donde el saneamiento brilla por su ausencia.

Los análisis del IPK confirmaron lo que la gente sabe desde la calle: circulan chikungunya y dengue DEN-4, y los síntomas están dejando a mucha gente literalmente tirada en la cama. Dolor en las articulaciones, fiebre, inapetencia, desmayos, un cansancio que no se quita ni con tres cafés. La realidad se impone, aunque el régimen trate de maquillar el desastre.

Los especialistas repiten la teoría de siempre sobre los períodos de incubación del dengue y la chikungunya, pero para la población eso ya es un lujo académico. Lo que pesa es que cada día hay más vecinos enfermos, más colas en los policlínicos y más familias improvisando remedios porque no hay medicamentos ni fumigación consistente.

La situación se volvió tan evidente que el Consejo de Defensa Provincial aprobó una campaña de “transmisión activa” en Holguín, Cacocum, Urbano Noris y Cueto. Pero la propia directiva admite que el riesgo es general, que toda la provincia está comprometida y que no hay zona “segura”.

El plan presentado incluye los mismos componentes de siempre: vigilancia, atención médica, saneamiento, pesquisas, comunicación y todas esas palabras bonitas que se repiten cada año. El problema es que el entorno real es un basurero, con fosas desbordadas, microvertederos creciendo en cada esquina y calles llenas de agua sucia donde los mosquitos tienen un carnaval permanente.

Mientras el gobierno les pide a los ciudadanos que tapen los depósitos y limpien los patios, la verdad es que la responsabilidad mayor sigue siendo estatal, y es justo lo que los medios oficialistas evitan mencionar. Holguín no está así porque la gente no tape un tanque: está así porque el sistema no funciona.

Para colmo, la gran “medida” del régimen fue comenzar hace apenas días a producir un repelente natural en Granma. Una decisión ridículamente tardía, después de meses vendiendo repelentes en dólares en La Habana mientras el país entero se infectaba. Ahora la chikungunya ha alcanzado a más del 30 % de los cubanos, según el propio Francisco Durán. Estamos hablando de cerca de tres millones de personas enfermas.

Holguín es hoy el reflejo perfecto de lo que pasa en toda Cuba: un país sin control sanitario, sin recursos y con un gobierno más preocupado por justificar su fracaso que por evitar que la gente se enferme. Y cada día que pasa, la crisis epidemiológica se vuelve más difícil de esconder.

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