La comunidad de Las Caobas, en el municipio de Yara, amaneció otra vez bajo el agua. Los ríos Hicotea y Buey se desbordaron tras días de lluvia y convirtieron el poblado en un caos de casas inundadas, caminos perdidos y familias tratando de salvar lo poco que les queda. La emisora CMKX Radio Bayamo confirmó la situación, mientras las imágenes que circulan muestran el mismo drama de siempre: la gente sola contra el desastre.
En la zona oriental, cada aguacero es casi una sentencia. La combinación de ríos crecidos y presas aliviando hace que cualquier comunidad humildona quede a merced del agua. Esta vez tocó otra vez a Yara y Bayamo, donde el vertimiento de las presas Bueycito y la Derivadora Yao obligó a nuevas evacuaciones de emergencia. En Holguín también hubo que mover a cientos de familias luego de la subida brusca de los ríos Sagua y Cabañas.
Mientras todo eso pasa, el discurso oficial repite consignas, pero en la vida real la gente continúa enfrentando el agua con cubos, sogas y lo que aparezca, sin un plan serio del Estado para proteger a las comunidades más vulnerables. El resultado es siempre el mismo: hogares destruidos, cultivos perdidos y familias enteras que deben empezar de cero una y otra vez.
Cada inundación en el oriente cubano revela lo mismo: la fragilidad extrema de una región olvidada y el abandono sistemático de sus habitantes. La naturaleza hace su parte, sí, pero la tragedia no es solo por las lluvias. Es porque no existen inversiones en infraestructuras, ni mantenimiento, ni previsión, ni voluntad política real.
En Las Caobas el agua volvió a subir, pero lo más doloroso es que nadie espera ya una respuesta efectiva del régimen. Porque en Cuba, cuando el río crece, el único techo seguro es la solidaridad entre vecinos. El Estado, como siempre, llega tarde… o sencillamente no llega.







