Las autoridades sanitarias de Matanzas volvieron a sacar pecho este miércoles anunciando una “disminución sostenida” de casos de dengue y chikungunya en la provincia. Según ellos, la epidemia está cediendo gracias a semanas de trabajo intensivo. Según la gente en la calle, la historia es muy distinta.
El director del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, Andrés Lamas Acevedo, aseguró que hay una “tendencia descendente” en el número de pacientes con fiebre, luego de un pico que reventó hace poco más de un mes. El anuncio lo publicó el oficialista diario Girón, como siempre sin contrastar nada con la realidad del pueblo.
El funcionario destacó que los municipios de Matanzas y Cárdenas siguen bajo intervención, con acciones de saneamiento todavía sin concluir. En la capital provincial el operativo ha llegado a lugares como Guanábana, Carbonera, Ceiba Mocha y Paso del Medio. Sobre el papel, todo luce organizado y efectivo. En la vida real, los mosquitos se siguen comiendo a la gente viva.
Los ingresos hospitalarios, dicen, están en mínimos, con un 20% de ocupación en las camas destinadas a arbovirosis. Con ese dato intentan vender la idea de que “la epidemia está en proceso de resolución total”, favorecida además por las bajas temperaturas de estos días. Pero en Matanzas nadie está celebrando nada.
La población tiene otra versión. En los comentarios al post oficial, varios usuarios explotaron. Uno afirmó que “lo que pasa es que ya todos o casi todos nos enfermamos”, dejando claro que la bajada en los números es pura estadística manipulada. Otro dijo que “claro que tiene que descender, si casi todos estamos infectados”. Y alguien más remató con la frase que resume el sentir general: “Qué disminución ni disminución, por favor. Llevamos meses en esto”.
Los matanceros saben que no hay disminución real, sino agotamiento. El virus sigue circulando y los síntomas continúan, aunque oficialmente se diga lo contrario.
Pese a ese cuestionamiento ciudadano, las autoridades insistieron en que se mantengan las medidas de prevención. También repitieron el discurso de siempre sobre los “signos de alarma” y la “vigilancia estricta”, como si la población no estuviera sola enfrentando una epidemia que los desbordó hace meses.
Matanzas llegó a reportar más de 4,000 casos semanales de febriles durante el pico. Hoy el Gobierno intenta maquillar la crisis, pero la gente sigue enfermándose, sigue sin recursos y sigue sin confiar en ningún parte oficial que venga de arriba.
En la calle, la sensación es clara: si los números bajaron, no fue por gestión del régimen, sino porque ya no queda casi nadie que no haya caído en cama.










