A veces, la realidad supera cualquier noticia o reportaje. Una anciana santiaguera dejó claro, con la fuerza de su experiencia, que los tiempos actuales son más duros que cualquier época reciente, incluso que los años de Batista. Su testimonio, recogido por el sacerdote Leandro NaunHung durante su labor de asistencia tras el huracán Melissa, pone en perspectiva el sufrimiento que miles de cubanos viven hoy en el oriente del país.
El padre NaunHung visitaba comunidades rurales y montañosas en Santiago de Cuba, llevando ayuda y acompañamiento a quienes lo habían perdido todo con el paso del huracán. Fue allí donde encontró a la mujer y le hizo una pregunta directa, que resume la crudeza del momento: “¿Mucho trabajo? ¿Nunca habías pasado tanto trabajo? ¿Ni cuando Batista?” La respuesta, un simple asentimiento, lo dijo todo: la miseria actual supera incluso la que se vivió bajo la dictadura.
Con voz débil y gesto de resignación, la anciana relató cómo un sobrino le dio un poco de dinero con el que pudo comprar algo de comida. Pero el esfuerzo había dejado secuelas visibles: apenas podía levantar los brazos, dolorida por la carencia y el esfuerzo diario por sobrevivir. Entre los restos de lo que fue su vivienda, señaló el árbol que le cayó encima durante el huracán, un recuerdo doloroso que simboliza la destrucción que todavía afecta a muchas familias.
Sin ayuda oficial y sin respuestas del gobierno, la mujer confesó no saber si “le iban a levantar eso” algún día. Su preocupación no era ropa, muebles o lujos; solo quería comida para sobrevivir: “Todo lo que puede comer, se lo come. No quiero ropa ni nada, lo que quiero es comer”, dijo con una claridad que hiela el corazón.
El sacerdote le respondió con empatía, recordando la diferencia entre la propaganda oficial y la dura realidad de quienes han perdido todo: “Así es, para qué quieres ver noticiero”, le dijo, mientras le ofrecía algo de ayuda. Como él, la Iglesia Católica y varias organizaciones religiosas han estado llevando asistencia directa a los damnificados, convirtiéndose en un salvavidas en medio de la desatención estatal.
La escena registrada por NaunHung se suma a otros testimonios de comunidades devastadas en el oriente cubano. Semanas después del paso de Melissa, muchas personas siguen esperando la ayuda que el gobierno no envía, y solo sobreviven gracias a la solidaridad de vecinos, particulares y la Iglesia. Historias como la de esta anciana son un recordatorio del impacto humano de los desastres naturales y de la fragilidad de un sistema que deja a su gente a merced de la naturaleza y de la pobreza.










