Anciano de Santiago pierde su casa por segunda vez tras huracán Melissa

Redacción

La historia de Ulises Castro Reyes, un anciano de 75 años del barrio marginal El Resplandor en Santiago de Cuba, es un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de los más viejos en nuestra sociedad. Tras el paso del huracán Melissa, Ulises perdió nuevamente su vivienda, una casa precaria de madera y cartón que ya había sido destruida una vez en 2012 por el huracán Sandy.

El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, que documentó el caso en su perfil de Facebook, relata que Ulises enfrenta una “tragedia repetida”. La primera vez, tras Sandy, recibió como “ayuda estatal” apenas seis palos, seis tejas de cartón negro y una bolsa de cemento: materiales claramente insuficientes para reconstruir un hogar digno.

Durante años, los vecinos de El Resplandor observaron cómo en otras zonas de Santiago se levantaban biplantas y edificios para damnificados, mientras ellos quedaban excluidos. La esperanza de recibir una vivienda segura se fue enfriando con el tiempo, marcada por la pérdida de documentos, la corrupción en las oficinas de Vivienda y la venta ilegal de licencias. Según Mayeta, la desidia institucional ha dejado a barrios enteros al margen de cualquier plan de recuperación.

Hoy, con 75 años, Ulises vuelve a encontrarse entre los restos de su vivienda, sobreviviendo entre madera y cartón. Las imágenes compartidas por Mayeta muestran un escenario devastador: una cama improvisada al aire libre, utensilios deteriorados y fragmentos de la estructura colapsada, reflejando la precariedad de su día a día.

La familia de Ulises también denunció la desigualdad en la entrega de ayuda: “El Estado prioriza zonas mediáticas o céntricas, mientras barrios como El Resplandor quedan fuera del mapa institucional”, dijeron, preguntándose cómo puede llegar la ayuda a quienes realmente la necesitan cuando los CDR no funcionan, los inspectores están corruptos y las donaciones terminan desviadas o revendidas.

El Resplandor no es un caso aislado. Se trata de un asentamiento sin infraestructura básica, sin legalidad constructiva ni acompañamiento estatal, donde viven muchos ancianos vulnerables que envejecen entre promesas rotas, derrumbes y abandono. Mientras se anuncian planes de recuperación y cifras optimistas, hombres como Ulises siguen al margen de cualquier protección.

La historia de Ulises se suma a otras tragedias humanas tras el huracán Melissa: madres clamando por comida para sus hijos, embarazadas sobreviviendo entre fango y techos improvisados, y niños en condiciones extremas pidiendo ayuda desesperadamente. A pesar de las promesas del gobierno, la realidad muestra abandono y precariedad persistente.

Como bien dice el escritor Nelson Simón, cada huracán desnuda la pobreza estructural y la desigualdad en Cuba. Ulises Castro Reyes es el rostro de esa pobreza silenciosa: ancianos que envejecen entre ruinas, sin un techo seguro ni respuestas del Estado, esperando un gesto de humanidad que nunca llega.

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