La madrugada de este sábado arrancó con un estruendo en Guayos, Sancti Spíritus, que nada tuvo que ver con fiesta ni alegría. Varios morteros explotaron alrededor de las cinco de la mañana en el área destinada a los fuegos artificiales del barrio La Loma, dejando seis hombres lesionados, dos de ellos en estado crítico.
La detonación ocurrió en unos sacos de morteros colocados cerca de la Casa de Cultura, según confirmaron fuentes del Gobierno Provincial. El estallido frenó en seco el inicio de las tradicionales parrandas del poblado, un evento que cada año reúne a la comunidad y que hoy quedó marcado por el caos y la preocupación.
Los heridos fueron atendidos primero en el policlínico local y trasladados rápidamente al Hospital Provincial Camilo Cienfuegos. Allí, un equipo multidisciplinario los recibió en la Sala de Caumatología, donde intentan estabilizar su estado. La doctora Tatiana Hernández González, especialista en Cirugía Plástica y Caumatología, explicó que todos ingresaron alrededor de las seis de la mañana y están recibiendo atención especializada.
Las autoridades hospitalarias aseguraron que cuentan con los recursos necesarios, aunque en Cuba esa frase ya suena más a consigna que a realidad. Todos los lesionados son hombres entre 30 y 40 años, excepto uno de 50, según las fuentes sanitarias consultadas.
A raíz del accidente, funcionarios municipales y provinciales se movieron hasta el lugar, mientras representantes del Gobierno Provincial también se personaron en el hospital para “dar seguimiento”. Una presencia que siempre llega después del desastre, pero nunca antes para prevenirlo.
El Ministerio del Interior inició una investigación para determinar qué provocó la explosión. Sin embargo, en un país donde las normas de seguridad se relajan, los controles fallan y la improvisación es ley, estas tragedias se repiten con una frecuencia que deja claro que el problema va mucho más allá de un “accidente aislado”.
Lo ocurrido en Guayos no solo dejó heridos. También volvió a exponer la fragilidad de un sistema que juega con fuego —literalmente— sin garantizar las condiciones mínimas de seguridad para la población. Y mientras el régimen siga confiando más en la propaganda que en la prevención, episodios como este seguirán empañando las fiestas y la vida cotidiana de los cubanos.










