Al menos 17 cubanos detenidos en Granma por saquear casas completas de familias que fueron evacuadas durante el paso del huracán Melissa

Redacción

La tragedia en Granma no terminó con el paso del huracán Melissa. Cuando los vecinos de Río Cauto estaban evacuados, tratando de salvar la vida en medio de las inundaciones, al menos 17 personas aprovecharon la oscuridad y el caos para saquear casas y fincas completas. Un golpe bajo para una población que ya lo había perdido casi todo.

Las propias autoridades reconocieron estos robos durante el recorrido propagandístico de Miguel Díaz-Canel por las zonas afectadas. Mientras él intentaba vender su “preocupación”, los vecinos le contaron sin rodeos que, además del agua hasta el pecho, tuvieron que enfrentarse al pillaje, sin protección real del Estado.

En Guamo Viejo, donde casi mil viviendas quedaron bajo el agua, los moradores denunciaron que mientras estaban evacuados, sus pertenencias desaparecían. Lo mismo en El Mango, una comunidad arrasada completamente por la crecida del río Cauto, donde las 385 casas quedaron inservibles.

Díaz-Canel y Marrero hicieron su clásico discurso de “mano dura” contra los delincuentes, como si el problema fuera solo la gente que roba en medio de la tragedia y no el abandono sistemático que crea estas situaciones. Porque la verdad es que en Cuba, cuando llega un huracán, la gente pierde la casa… pero también pierde la esperanza en un gobierno que siempre llega tarde y llega mal.

Los vecinos contaron que la evacuación tuvo que hacerse en anfibios del MININT y hasta helicópteros, porque el agua lo cubrió todo. No hubo muertos, pero sí un daño total en viviendas, cosechas e infraestructura. Durante días no hubo ni agua potable, y ahora reparten colchones como si fueran tesoros, uno por casa, porque la mayoría terminó podrido después de estar sumergido.

Díaz-Canel insistió en una “distribución justa”, una frase que ya suena hueca entre gente que lo perdió todo y que sabe perfectamente cómo funcionan esas entregas cuando empiezan a repartirse recursos: mucho discurso, poco resultado.

La realidad en Río Cauto es brutal. Casas destruidas, caminos convertidos en lagunas, cultivos perdidos, familias enteras durmiendo donde pueden. Y encima, tener que preocuparse por los ladrones mientras uno salva la vida.

Es la Cuba de siempre: la que se inunda, la que se cae a pedazos, la que se defiende sola porque el Estado brilla por su ausencia. Ahora prometen actuar “con rigor”, pero el pueblo sabe que la recuperación real depende más del empuje de la propia comunidad que de cualquier visita presidencial.

Entre el agua, el abandono y los saqueos, los habitantes de Granma cargan con otra tragedia más, mientras intentan recomponer lo que el ciclón —y la desidia oficial— les dejó hecho trizas.

Habilitar notificaciones OK Más adelante