Cuba amaneció hoy envuelta en otro maratón de apagones: El pan nuestro de cada día en un país donde el Sistema Eléctrico Nacional no da más

Redacción

Cuba amaneció hoy envuelta en otro maratón de apagones, el pan nuestro de cada día en un país donde el Sistema Eléctrico Nacional está más viejo que el cuento y el Gobierno sigue demostrando que no tiene cómo frenar una crisis que ya no sorprende a nadie.

El parte de la UNE volvió a pintar el mismo cuadro oscuro de siempre. La jornada anterior prácticamente desapareció del mapa eléctrico: desde las cinco de la madrugada hasta pasadas las dos de la mañana del día siguiente, el país quedó a oscuras. Tres horas después, como si fuera una mala broma, volvió el apagón. La máxima afectación llegó a 1,326 MW al caer la noche, una cifra que resume el desastre en que están metidos.

Holguín, Granma y Santiago amanecieron rematadas también por los vientos de Melissa, que sumaron otros 144 MW caídos. Y en Granma y Guantánamo, la cosa siguió peor por los bajos voltajes y las transferencias forzadas. Para millones de cubanos, eso se traduce en otro día sin frío en los refrigeradores, sin agua bombeada, sin transporte eléctrico y sin los servicios más mínimos que un país normal da por sentado. Pero claro, en Cuba normalidad no queda ninguna.

La disponibilidad del SEN esta mañana daba risa si no diera tanta rabia. El país podía generar apenas 1,550 MW, mientras la demanda ya iba por 1,840 MW. Desde temprano el déficit marcaba 400 MW, y la UNE anunció que al mediodía las afectaciones treparían hasta los 750 MW. Y no, no es culpa del huracán. El colapso viene de años de chapucerías, equipos obsoletos y cero inversiones reales. Las termoeléctricas, que deberían ser el corazón del sistema, están en terapia intensiva sin ventilador.

Cuatro unidades están sencillamente muertas: dos en Renté, una en Felton y otra en Nuevitas. A eso se suman los mantenimientos que nunca llegan a tiempo y siempre caen juntos, como en la CTE Santa Cruz y la de Cienfuegos, dejando al país sin respaldo y con la población a oscuras. Y lo peor es que las plantas que “funcionan” llevan tanto tiempo remendadas que producen menos cada día.

La falta de combustible terminó de poner la tapa al pomo. La UNE soltó un dato que retrata la precariedad nacional: 802 MW fuera de servicio solo porque no hay combustible ni lubricantes. O sea, un tercio del país se queda sin luz porque el Gobierno no tiene ni lo básico para mover una turbina. Más de 80 centrales de generación distribuida están paradas o casi apagadas, y otras 109 MW se fueron al piso por la ausencia total de lubricantes. Nada de esto es sorpresa. Es la consecuencia directa de años de improvisación, dependencia del petróleo chatarra nacional y acuerdos internacionales que nunca han salvado a nadie.

Por la noche, la UNE prometió que la unidad 6 de Renté entraría con unos tristes 45 MW, una cifra simbólica para un sistema que sangra por todos lados. Aun con esa entrada, la disponibilidad total en el horario pico sería de 1,595 MW, frente a una demanda que llegaría a 3,000 MW. Eso deja un agujero de 1,405 MW, suficiente para dejar a medio país apagado justo cuando la gente intenta cocinar, bombear agua o simplemente descansar un poco del infierno diario.

Mientras tanto, el Gobierno sigue vendiendo los parques solares como si fueran la salvación del mundo. Sí, 31 instalaciones aportaron 2,452 MWh el día anterior, pero esa producción es apenas una gota en el desierto. No cubre ni por asomo el hueco que deja el sistema térmico destrozado ni la falta de combustible.

La realidad es una sola: el país sigue apagado porque el régimen nunca invirtió, nunca planificó y nunca priorizó lo que realmente importa. Y el pueblo, una vez más, paga la factura más cara: la de vivir a oscuras.

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