Los vecinos de La Habana Vieja viven un drama que crece día a día: familias completas están cayendo enfermas por la chikungunya. Mientras tanto, las autoridades admiten que la situación es crítica, pero se limitan a reforzar la fumigación por zonas, sin ofrecer cifras claras sobre el alcance real del brote.
Este municipio se ha convertido en uno de los puntos más vulnerables epidemiológicamente de la capital. Testimonios recogidos por medios locales muestran que el virus no perdona: se mueve rápido y golpea a todos en casa. Lorenza Núñez, una vecina afectada, narró cómo el mal se fue llevando a su familia: “Primero sentí dolores en las articulaciones… después caí yo, luego mi yerno, mi hija, mi nieto, y hasta el más chiquitico”. Hoy, todavía arrastra secuelas que le dificultan caminar.
El personal sanitario confirma que el aumento de casos febriles ha obligado a desplegar brigadas de fumigación y pesquisas en las zonas más afectadas. Un trabajador de la campaña antivectorial explicó que la fumigación se organiza según el “movimiento de febriles” y que la colaboración de la población es clave: cada enfermo debe ser reportado para activar los equipos. Sin esa información, la fumigación simplemente no llega donde hace falta.
El doctor Magdiel Molina, también convaleciente de chikungunya, advirtió sobre la discapacidad temporal que puede causar la enfermedad y recalcó la importancia de acudir al médico desde los primeros síntomas. Los protocolos oficiales priorizan la hospitalización de niños pequeños y gestantes, así como la vigilancia especial de adultos mayores, muchos de ellos aislados en sus hogares.
Pero la historia no es exclusiva de La Habana Vieja. En Marianao, funcionarios del Minsap admitieron que no hay un conteo exacto de casos, lo que hace imposible dimensionar la magnitud real del brote. Aunque aseguran haber desplegado brigadas adulticidas y trabajos focales, la ausencia de cifras concretas mantiene a la población en la oscuridad.
Mientras la fumigación intenta concentrarse en los barrios con más febriles, persiste la preocupación por la falta de transparencia. La población no sabe cuántos enfermos hay ni cómo evoluciona la enfermedad, dejándolos sin herramientas claras para protegerse.
El propio director nacional de Epidemiología del Minsap, Francisco Durán García, ha señalado que más de 30 % de los cubanos podrían haberse contagiado de chikungunya, lo que equivaldría a alrededor de tres millones de personas. En barrios de la capital, los vecinos denuncian que la fumigación es irregular y que los focos de mosquitos persisten, agravados por la acumulación de basura, la escasez de agua y la deficiente gestión de residuos.
En un intento por controlar la situación, el gobierno de La Habana Vieja implementará desde el lunes 17 de noviembre un horario rígido para sacar la basura: los vecinos y negocios privados solo podrán hacerlo cuando pase el camión, a partir de las 7:00 p.m., prohibido dejarla en la calle antes de esa hora.
La crisis no se limita a la capital. La provincia de Holguín enfrenta un deterioro epidemiológico marcado por la chikungunya y el serotipo cuatro del dengue, especialmente tras el paso del huracán Melissa. Sancti Spíritus y Camagüey también reportan un aumento exponencial de casos, mientras la población sigue pagando el precio de la falta de prevención y la opacidad oficial.










