El régimen quiere «maquillar» La Habana por su 506 aniversario y despliega a más de 600 barrenderos para «higienizar» la capital

Redacción

La Habana cumple 506 años y, fiel al estilo del régimen, la fiesta viene con maquillaje de última hora y mucha basura escondida debajo de la alfombra. Las autoridades acaban de anunciar el despliegue de 77 brigadas de barrenderos, unos 600 trabajadores, como parte de un operativo urgente para “higienizar” la capital antes del cumpleaños de la ciudad. Es decir, la clásica jugada: esperar a que llegue una fecha simbólica para aparentar que todo está bajo control.

La puesta en escena salió de una reunión encabezada por Díaz-Canel, Marrero, Valdés Mesa y el resto del libreto habitual. El objetivo, según ellos, es mejorar la recogida de basura. Pero basta caminar por cualquier barrio para ver que el desastre no es cuestión de un día ni de un aniversario: es el resultado de años de abandono, improvisación y corrupción.

En el informe se ufanan de haber usado 93 mil litros de combustible en una semana para mover poco más de 96 mil metros cúbicos de desechos, y hasta celebran haber bajado un “índice de consumo” como si eso resolviera los microvertederos que marcan cada cuadra. Según su propia narrativa, la eficiencia se mide en litros por metro cúbico, no en calles limpias ni en la salud pública.

Las brigadas se concentrarán primero en avenidas principales y lugares “bonitos”, esos mismos espacios que el régimen siempre intenta mostrar cuando quieren venderle al mundo la idea de una capital “sostenible e inteligente”. Los barrios, como siempre, tendrán que esperar.

El discurso oficial ahora intenta “rescatar el oficio del barrendero”. Hablan de carritos reparados, uniformes nuevos, alimentación garantizada y revalorización salarial. Todo muy digno… sobre el papel. En la calle, los habaneros saben que estas operaciones suelen durar lo que dura la foto. Después, vuelve la rutina: falta de camiones, horarios incumplidos y montañas de basura creciendo sin piedad.

En paralelo dicen estar combatiendo “delitos” en los vertederos, con más de mil multas, detenciones y demolición de casuchas donde la gente sobrevive reciclando lo que el Estado nunca recoge. Una vez más, la guerra es contra los más vulnerables, no contra la negligencia que creó el caos.

También mencionan la reparación de crematorios, funerarias y limpieza de cementerios como parte del plan. Todo suena enorme, pero la experiencia cubana demuestra que los anuncios rimbombantes suelen tapar una realidad más oscura: no hay recursos, no hay estabilidad, y el mantenimiento se hace solo cuando la situación está a punto de explotar.

El operativo coincide con la famosa “Operación Limpieza” liderada por militares, y con la “Operación Campana”, un piloto de recogida nocturna en zonas selectas. Suena a ciudad futurista, pero los habaneros siguen sacando fotos de contenedores desbordados, mosquitos por doquier y aguas apestosas corriendo por zanjas improvisadas.

Mientras Granma asegura que la capital avanza hacia un “modelo inteligente”, la gente responde con ironías: ¿inteligente dónde? ¿En qué barrio exactamente? ¿El que no tiene un camión de basura en diez días? ¿O el que lleva semanas sin paracetamol en la farmacia?

En el terreno sanitario presumen de menos casos febriles y más fumigación, con 1.500 operarios y más de 700 bazucas contra el mosquito. Pero la ciudad misma, llena de microvertederos y charcos eternos, es terreno fértil para cualquier vector. La fumigación sirve, pero sin limpieza real es como ponerle perfume a un basurero.

La gran pregunta es siempre la misma: ¿esta limpieza durará más que la celebración? ¿O es otro operativo relámpago para aparentar que el desastre urbano no se los tragó hace años?

La Habana cumple 506 años, sí. Pero su crisis de gestión, de higiene, de transporte y de servicios básicos no se resuelve con brigadas improvisadas ni con discursos. El pueblo lo sabe, lo vive y lo repite: mientras el régimen siga vistiendo la miseria para la foto, la ciudad seguirá hundiéndose entre basura, mosquitos y abandono, por muy bonito que quede el Malecón en el noticiero.

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