Cuba vive una de las peores emergencias epidemiológicas de las últimas décadas. Los hospitales están al borde del colapso, las farmacias parecen museos vacíos y el dengue, la chikungunya y el oropouche se han regado por casi todo el país como si nada los detuviera. Y en medio de ese caos, José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, decidió hacer lo que mejor se le da: desaparecer.
No habla.
No informa.
No pregunta ni responde.
No aparece.
Un ministro fantasma en un país enfermo.
EL SILENCIO QUE DUELE MÁS QUE LA FIEBRE
En cualquier país serio, un ministro en plena crisis sanitaria estaría explicando a diario qué está pasando y qué se está haciendo. Pero en Cuba ya sabemos cómo funciona el libreto: cuando el barco se hunde, el capitán se esconde. Portal Miranda se escuda en partes médicos ambiguos mientras delega la comunicación en viceministros y directores provinciales, como si él fuera un invitado accidental en su propio ministerio.
La última vez que se le vio fue en octubre, cuando aseguró que “todo estaba bajo control” y que en Matanzas no había muertos por dengue ni chikungunya. Desde entonces, los contagios se dispararon, los hospitales están llenos de niños en pasillos y las denuncias de muertes no paran. Pero el ministro, bien gracias.
LA REALIDAD QUE EL MINSAP NO QUIERE MOSTRAR
Lo que se vive hoy en Cuba no es un simple “alza de casos”. Es un cóctel explosivo de tres arbovirosis simultáneas que están arrasando con los recursos de un sistema sanitario ya en ruinas. Médicos atendiendo sin guantes. Pacientes buscando dipirona en el mercado negro. Familias enteras durmiendo bajo mosquiteros rotos. Y mientras tanto, el MINSAP publica cifras cortadas y comunicados que dicen mucho sin decir nada.
La verdad es que no hay medicamentos, no hay insecticidas, no hay transporte para las brigadas, no hay reactivos para diagnosticar, no hay claridad y, sobre todo, no hay liderazgo.
Lo dijo el propio Portal Miranda en julio: solo el 30 % del cuadro básico de medicamentos está disponible. Pero dijo eso en la Asamblea… y luego volvió a evaporarse.
EL MINISTRO EN MODO AVIÓN
El silencio de Portal Miranda no es casual: es una estrategia. Mientras el pueblo se enferma, él evita explicar por qué las clínicas están sin sueros, por qué los diagnósticos demoran semanas, por qué la basura se acumula creando criaderos, o por qué la isla completa depende de que cada vecino elimine los mosquitos de su patio porque el Estado no tiene ni combustibles ni químicos para fumigar.
Cada vez que falta una explicación oficial, aparece la excusa de siempre: “el bloqueo”, “las lluvias”, “las condiciones geográficas”, “el cambio climático”. Todo menos admitir que el sistema está hecho trizas y que el Ministerio ha perdido el control.
UN SISTEMA COLAPSADO Y UN MINISTRO AUSENTE
Cuba no solo enfrenta virus: enfrenta un Estado que no informa, no protege y no responde. En una emergencia sanitaria de este tamaño, el ministro tiene la obligación moral —y legal— de dar la cara. Pero su silencio lo delata. Lo convierte en símbolo de una gestión que se quedó sin argumentos, sin transparencia y sin vergüenza.
Mientras los cubanos luchan por bajar la fiebre con paños de agua porque no hay paracetamol, Portal Miranda sigue escondido atrás de un escritorio que hace rato dejó de ocupar. En un país donde la salud fue vendida como “logro revolucionario”, hoy lo único que avanza es la incertidumbre.
Y la pregunta sigue en el aire, tan insistente como el zumbido del mosquito: ¿Dónde está el ministro?










