La nueva política económica del régimen es, básicamente, el mismo truco de siempre con un envoltorio distinto. Mucha palabrita técnica, mucha pose de modernización, pero en el fondo todo huele al mismo plan de siempre: sacarle hasta el último centavo al cubano de a pie para mantener engrasada la maquinaria del poder. Es un ciclo viejo, disfrazado de reforma, pero con las mismas consecuencias de siempre: más miseria para muchos y más privilegios para unos pocos.
La “actualización del costo de la canasta familiar normada” es casi una ofensa. ¿Qué canasta, compadre? Si la libreta hoy es prácticamente un souvenir de museo. Hablan de “actualizar” algo que está muerto hace rato. En las bodegas no hay ni lo básico, y cuando aparece algo, llega en cantidades simbólicas o con precios que parecen una broma cruel. Actualizar un sistema colapsado no es una política: es cinismo.
La subida de la tarifa eléctrica es el chiste oscuro del año. El país entero vive a oscuras la mitad del tiempo, con apagones interminables que revientan los equipos y la paciencia. ¿Y la respuesta del régimen? Cobrar más. Es como si te vendieran humo y encima te subieran el precio porque el humo viene “mejorado”.
El ajuste del combustible según el valor del dólar en la región es otra estafa disfrazada. El trabajador cubano no cobra en dólares, pero el régimen quiere cobrar como si lo hiciera. El peso cubano, ya sin valor ni respeto, no aguanta ni una brisa, pero ellos pretenden cuadrar la economía atándolo al dólar mientras mantienen salarios de miseria. Es una especie de realismo mágico económico: precios internacionales con sueldos coloniales.
El IVA es el remate definitivo. Un impuesto al consumo en un país donde nadie puede consumir. No es una medida económica, es un castigo. Es como decirle a la gente: “si tienes hambre, paga por ella”. En cualquier país normal, un IVA es parte de una estructura equilibrada; en Cuba, es simplemente otra vía para exprimir al que ya no tiene nada.
Y luego llega la “dolarización parcial”, el golpe maestro. Una medida que divide al país más de lo que ya está. Los que reciben dólares podrán respirar, los demás tendrán que ingeniárselas para sobrevivir en un sistema que los margina oficialmente. El dólar se convierte en el nuevo carné de ciudadanía útil, y quien no lo tenga queda fuera de todo. No es dolarización: es segregación económica con sello del Partido.
Todo este paquete no nace de un análisis serio, sino de la desesperación de un régimen quebrado que no quiere soltar el control. No busca crecimiento, ni alivio, ni desarrollo. Solo busca sobrevivir a costa de un pueblo agotado, que mira cómo cada “reforma” viene acompañada de más sacrificios y menos esperanzas.










