Así fue la historia del curioso parto de una madre cubana en pleno ómnibus en la carretera en medio de un viaje de La Habana a Santiago

Redacción

Lo que pasó en el ómnibus 3252 parece sacado de una película emotiva, pero también deja otra verdad incómoda: en Cuba, la solidaridad espontánea del pueblo sigue resolviendo lo que las instituciones no garantizan.

En medio del viaje entre La Habana y el Segundo Frente, Eglisnelvis Hechavarría, apenas 20 años y con un embarazo de 34 semanas, empezó a sentir dolores que no estaban en el plan. Lo que venía era un parto prematuro, ahí mismo, en el pasillo de la guagua, sin sala estéril, sin hospital, sin nada… salvo la humanidad de un grupo de desconocidos.

Una guagua convertida en salón de parto

Lo increíble fue la reacción inmediata: una doctora, un enfermero y un intensivista viajaban entre los pasajeros. La gente sacó lo que tenía a mano: algodón, alcohol, tijeras, toallitas, ligas y hasta un nasobuco esterilizado que usaron para amarrar el cordón.

La guagua se volvió quirófano, y el pueblo, como casi siempre, se convirtió en su propio sistema de salud.

La enfermera Yamisleydis Rodríguez lideró los primeros auxilios mientras la doctora guiaba el parto. Una complicación apareció enseguida: la bebé venía con circular en el cuello, pero la profesionalidad improvisada resolvió el momento.

Cuando la niña —Eglis Saray— lloró por primera vez, el ómnibus entero estalló en aplausos. Una escena hermosa, sí… pero también una ironía amarga para un país que presume de sistema sanitario “potente”.

Una cadena de solidaridad que salvó a la niña

Como la madre no tenía leche, otra pasajera —una mujer que viajaba con su propio bebé— amamantó a la recién nacida sin pensarlo dos veces. Otro gesto que te recuerda que, en Cuba, la gente suple lo que el Estado no puede, no quiere o no sabe atender.

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Una ambulancia interceptó la guagua en Sancti Spíritus y madre e hija fueron trasladadas al hospital. Tres días después, la bebé seguía estable, fuerte, aferrada a la vida a pesar de su bajo peso.

Los pasajeros hicieron una colecta, devolvieron el dinero del pasaje, ayudaron a bajar a la joven madre y se aseguraron de que tuviera lo necesario. El pueblo haciendo lo que hace el pueblo: sostenerse unos a otros, incluso en la carretera.

Un “milagro sobre ruedas”… y una realidad dura

La historia conmueve porque muestra lo mejor del cubano común. Lo triste es que también evidencia lo que falta: ambulancias que no lleguen tarde, hospitales que estén cerca, servicios que funcionen.

Mientras el régimen repite consignas, la vida real demuestra quién es el que de verdad salva: el cubano de a pie, el que no tiene títulos rimbombantes ni cargos, pero sí una reserva inagotable de humanidad.

Eglisnelvis volverá a La Habana con una niña sana y con un recuerdo que la marcará de por vida.
Y el país recordará, una vez más, que en Cuba los milagros ocurren gracias a la gente, no gracias al sistema.

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