Cubanos denuncian desvío y robo de las ayudas humanitarias para los damnificados del huracán Melissa en Granma

Redacción

En Cauto Cristo la gente está que arde, y con razón. Mientras cientos de familias siguen viviendo entre colchones mojados, paredes caídas y fogones improvisados, las ayudas humanitarias enviadas tras el paso del huracán Melissa están siendo repartidas “a la carta”, según denuncian los propios vecinos.

En el centro del escándalo está Magdalena Domínguez Martínez, funcionaria del Gobierno Municipal, señalada por repartir los recursos solo en la circunscripción donde vive su familia, dejando en el abandono a zonas que lo perdieron absolutamente todo. Un reparto hecho con la puntería del privilegio, no con la urgencia del desastre.

“En el Gobierno todos se tapan”

Los testimonios de los residentes no dejan espacio para la duda. Aseguran que Domínguez Martínez actúa amparada por un aparato municipal que prefiere mirar hacia otro lado antes que reconocer la corrupción interna.

La frase que más se repite en Boca de Yumurí, Jagüey y otros barrios afectados es demoledora: “En el Gobierno todos se tapan porque todos abusan de sus cargos y hacen lo que les da la gana.”

Ese sentimiento de impunidad no es un accidente. Es el resultado directo de un sistema donde la ayuda llega cargada de propaganda y se reparte cargada de favoritismos, dejando a los más vulnerables rezagados una y otra vez.

La tragedia como botín

Mientras unos pocos deciden a quién sí y a quién no le toca una caja de comida o un colchón donado, cerca de ellos hay familias enteras que duermen sobre pedazos de cartón, que cocinan con leña, que no tienen ni un pomo de aceite para aguantar la semana.

Para muchos vecinos, lo que ocurre no es simple indisciplina: es convertir la desgracia colectiva en un negocio personal.

Un patrón que Cuba conoce demasiado bien.

Silencio oficial y rabia creciente

El gobierno municipal no ha dicho ni “pío”. No hay investigaciones anunciadas, no hay auditorías, no hay aclaraciones. Lo único que hay es un silencio que huele a protección interna y a miedo de que la madeja termine salpicando a más de uno.

Ese mutismo solo ha encendido más la indignación popular. Los damnificados insisten en que la ayuda internacional no puede terminar en manos de funcionarios que la reparten como si fueran dueños del país, y exigen medidas claras:

Auditoría independiente, transparencia real y destitución inmediata de todos los implicados.

La comunidad se planta

Los residentes de Cauto Cristo juran que no se quedarán callados. No permitirán que la tragedia de Melissa —que ya dejó hambre, pérdidas y dolor suficiente— se convierta además en una oportunidad para que burócratas oportunistas hagan carrera.

El mensaje es claro: la ayuda debe llegar a quienes la necesitan, no a quienes tienen un cargo.

Y si el gobierno no quiere mirar el desastre moral que tiene dentro, el pueblo seguirá señalando cada sombra, cada desvío, cada abuso. Porque lo último que están dispuestos a tolerar, en medio de tanta destrucción, es que la miseria de muchos siga alimentando los privilegios de unos pocos.

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