En Guantánamo, donde el discurso oficial presume de “resultados” y “recuperación”, la realidad vuelve a ser otra historia. El cementerio San Rafael, un lugar que debería inspirar respeto, paz y hasta un poco de solemnidad, hoy está rodeado de basura como si fuera un vertedero improvisado. Tras el paso del huracán Melissa, la acumulación de desechos no solo se mantiene: ha crecido, se ha desbordado y se ha convertido en un símbolo doloroso del abandono institucional.
La prensa local, específicamente el periódico Venceremos, describió que el basurero frente al cementerio llega “de esquina a esquina”, tragándose incluso la cama ampirol puesta allí para facilitar la recogida ordenada de desechos. Todo eso después de haber “limpiado” el área con 15 viajes de camiones, un esfuerzo que terminó siendo otro parche más que no resuelve el problema de fondo.
Lo más triste es que esa limpieza reciente se fue a bolina porque, sin cultura cívica ni un sistema eficiente de recolección diaria, todo vuelve a acumularse. Es como llenar un cubo con un colador: da igual cuántos viajes hagan los camiones si al otro día no hay seguimiento ni organización.
A pesar de eso, Giovanis Fernández, director provincial de Construcción e Inversiones, prometió que la ciudad estaría “completamente limpia” este fin de semana. Una promesa que suena más a deseo que a compromiso real, especialmente cuando aún quedan calles principales llenas de escombros y más de 800 metros cúbicos de desechos abandonados en la zona industrial.
Y ojo al despliegue: 900 hombres, 50 camiones de volteo, siete cargadores, tres retropalas y cinco alzadoras de Azcuba. Con semejante maquinaria, cualquiera creería que la ciudad estaría brillante. Pero no: los microvertederos vuelven a brotar como si fueran mala hierba en temporada de lluvia.
Culpar al pueblo, el deporte nacional
Como parte del libreto habitual, el funcionario culpó a “vecinos inconscientes” por crear nuevos puntos de basura. Pero se olvidó del detalle más importante: si no hay contenedores, si los camiones no pasan, si no existe un sistema funcional de recolección, ¿qué hace la gente con sus desechos? Culpar al ciudadano es el comodín perfecto cuando el gobierno no quiere reconocer sus fallas.
Y por si fuera poco, tachó de “incapaces de reflexionar” a quienes critican en redes sociales. Pero lo que realmente falta es una reflexión institucional: ¿cómo puede un país que presume de orden y salud dejar que una ciudad se hunda en basura con tanta facilidad?
Promesas, parches y la eterna espera
La supuesta solución temporal es más de lo mismo: equipos prestados, recursos improvisados y la promesa eterna de que “cuando mejore la recuperación” todo funcionará mejor. Ese cuento ya lo hemos escuchado demasiadas veces.
Mientras tanto, el basurero frente al cementerio San Rafael sigue ahí, oliendo, creciendo y recordándole a todos que ni siquiera los muertos pueden descansar tranquilos en Cuba. La gran pregunta es: si después de un huracán no pueden mantener la ciudad limpia ni por quince días, ¿qué pasará cuando la “movilización excepcional” termine y todo vuelva al desastre habitual?
Este problema, además, no es nuevo. En agosto ya había denuncias del basurero frente al mismo cementerio. Y no solo es la basura: el camposanto más antiguo de Guantánamo sufre vandalismo, abandono, falta de mantenimiento y mausoleos históricos deteriorados que ni siquiera han sido declarados patrimonio local.
La crisis es tan vieja que en febrero un video mostró tumbas abiertas, maleza desbordada y un olor insoportable. Y en 2023, un reportaje del propio Venceremos reveló gases nauseabundos saliendo de bóvedas sin sellar. Todo esto en un lugar destinado al descanso eterno.
Lo peor es que esta situación no es exclusiva de Guantánamo. Cementerios en Camagüey, Santiago, La Habana y casi toda la isla están igual o peor: tumbas profanadas, robo de mármol y bronce, restos humanos expuestos… un reflejo brutal del colapso institucional que vive el país.










