El activista espirituano Yureibys Torresilla, conocido como El Héroe, volvió a demostrar que en Cuba hacer el bien es casi un acto de rebeldía. Su proyecto solidario había organizado una feria gratuita de medicamentos en Sancti Spíritus, con autorización incluida, y aun así las autoridades locales decidieron tumbarle la iniciativa a última hora. Porque claro, nada molesta más al régimen que la gente ayudándose sin pedir permiso.
Torresilla explicó en Facebook que tanto él como su colega Yanalli González fueron maltratados y humillados cuando intentaban entregar los medicamentos en un mercado estatal. Todo estaba coordinado, hasta que apareció “el jefe” para ordenar que se largaran del lugar. Qué casualidad: justo cuando la escasez de fármacos está peor que nunca y miles dependen del mercado informal porque el Estado no garantiza nada.
La expulsión provocó molestia entre los asistentes, muchos llegados de otros municipios. La gente está desesperada, y ver cómo el gobierno sabotea una acción solidaria solo aumentó la indignación. “No querían que se supiera que ayudamos al pueblo”, denunció El Héroe, dejando claro lo que ya todos saben: el régimen le tiene pánico a cualquier iniciativa que exponga su incapacidad para atender necesidades básicas.
Aun así, la ayuda llegó. Torresilla trasladó la donación a su casa, donde más de 700 personas recibieron medicamentos y artículos sanitarios. Y lo dijo sin rodeos: “Tengo miedo de que nos acusen de un delito”. Así funciona Cuba: quien ayuda teme ir preso, y quien obstaculiza la ayuda aparece en la televisión dando discursos.
El activista adelantó que las próximas entregas serán en su vivienda, sin pedir más permisos estatales. “Jamás pediremos permiso para hacer el bien”. Una frase que duele y al mismo tiempo retrata la dignidad de quienes no se rinden.
Nelys Valdés, integrante del proyecto, confirmó que la donación se completó con éxito. “Nuestro único objetivo es ayudar”, escribió. En un país donde la solidaridad ciudadana tiene que esconderse, queda claro quién es el obstáculo.
Todo esto ocurre mientras Cuba enfrenta una crisis sanitaria que ya pasó de crítica a peligrosa. El régimen reconoció que la situación epidemiológica está descontrolada, pero —como siempre— culpó a la población por la propagación de mosquitos. Ni mencionó el abandono de la fumigación ni la desprotección de barrios vulnerables.
Un médico cubano advirtió públicamente que “el país necesita una intervención sanitaria urgente”, señalando el colapso del sistema, la saturación de los servicios y el caos general que ocultan tras cifras maquilladas.
Desde el exilio, grupos de médicos han exigido transparencia y una respuesta real del gobierno. El desastre ha escalado tanto que incluso se publicó una carta abierta dirigida a Miguel Díaz-Canel alertando que el chikungunya está fuera de control y responsabilizando directamente al régimen por la inacción y el ocultamiento.
La feria de medicamentos frustrada es solo un capítulo más en un drama viejo: el poder obsesionado con cuidar su imagen, mientras la gente lucha —como puede— por sobrevivir. Aquí, los héroes no llevan uniforme ni hacen discursos; llevan mochilas llenas de medicinas y un valor que el régimen nunca podrá comprender.







