Santiago de Cuba volvió a hervir este domingo, y no precisamente por el calor. Vecinos de Vista Hermosa y de la calle Mármol, en Altamira, salieron a la calle hartos de pasar horas a oscuras. La gente rompió el silencio obligado y comenzó a exigir, a gritos y con lo que tuvieran a mano, algo tan básico como la electricidad que el régimen no logra garantizar.
En plena noche, con la ciudad apagada como si fuera zona de guerra, decenas de vecinos se plantaron en la calle reclamando “¡corriente!”. Videos publicados por activistas y periodistas independientes muestran el ambiente tenso, los golpes contra objetos metálicos y la frustración desbordada de un pueblo que ya no aguanta más.
El opositor José Daniel Ferrer confirmó en X que, en cuanto comenzaron las protestas, las fuerzas represivas cayeron en el barrio como moscas en miel, listas para intimidar a los manifestantes. Ferrer recordó la triste realidad: no hay comida, no hay medicinas y no hay electricidad, pero siempre hay sobra de policías listos para silenciar cualquier queja.
El periodista independiente Yosmany Mayeta también compartió imágenes de la protesta, respaldando que los vecinos decidieron enfrentar la oscuridad a golpe de dignidad. Minutos después del estallido popular, llegó el milagro: el gobierno encendió la luz. La UNPACU aseguró que no fue casualidad, sino presión pura y dura. Cuando el pueblo se planta, al régimen le tiemblan los cables… y las torres de control.
Un país condenado a la penumbra
Esta protesta no es un caso aislado. Es otro capítulo del mismo desastre que vive la isla entera. Con apagones eternos que en el oriente superan las diez horas diarias, Santiago de Cuba se ha convertido en un polvorín energético. En otras provincias, la historia es igual de amarga. En Gibara, en Baire, en medio país, la gente está saliendo a las calles porque ya no queda paciencia que aguante tanta miseria.
La Unión Eléctrica sigue diciendo que el déficit de generación es enorme, como si eso fuera una revelación. Mientras tanto, el gobierno repite promesas vacías de “recuperación gradual”, sabiendo que ni ellos mismos se las creen. En La Habana ya admitieron que los cortes eléctricos seguirán, casi como quien te dice que te acostumbres, que esto es lo que hay.
Las cifras lo confirman: solo en octubre de 2025 se registraron más de mil doscientas acciones cívicas por todo el país, muchísimas relacionadas con los apagones y el hambre. Es un pueblo cansado de la oscuridad y de un sistema que hace décadas dejó de funcionar. Un sistema que, ni bajo presión, logra ofrecer algo tan básico como la luz.
La chispa que falta no es eléctrica, es política
El episodio en Vista Hermosa y Altamira dejó algo claro: cada vez que el pueblo se levanta, el régimen corre. No corre a resolver nada, claro, sino a apagar el fuego —o en este caso, a encenderlo— para evitar que el descontento crezca.
Pero eso ya no funciona igual. Cada protesta, cada grito, cada golpe contra un caldero es un recordatorio de lo mismo: Cuba está cansada. Y aunque el gobierno siga apagando y encendiendo la luz a conveniencia, lo que no puede controlar es la electricidad que está corriendo en la gente. Esa sí es peligrosa para ellos. Y esa sí que no la pueden cortar.







