Cierra sus puertas sin previo aviso por «decisión del gobierno» el Hospital Ginecobstétrico La Fátima, en Guanabacoa

Redacción

“Estamos completamente cerrados”, sentencia una enfermera en la entrada lateral del Hospital Ginecobstétrico La Fátima, en Guanabacoa. Desde mediados de noviembre, el centro permanece vacío tras una decisión del gobierno que llegó sin previo aviso. Solo enfermeros y custodios hacen turnos para proteger lo que queda: equipos viejos, áreas en ruina y un edificio que lleva años siendo víctima del abandono institucional.

Para el este de La Habana —Guanabacoa, Regla, Habana del Este y Cotorro—, La Fátima era el único hospital ginecobstétrico disponible. Hoy ya no existe.

La explicación oficial habla de una supuesta “reorganización de los servicios hospitalarios”, pero el personal y las pacientes coinciden: se trata de un cierre definitivo, muy parecido al de la maternidad de Línea, clausurada en septiembre y ahora reducida a funciones mínimas.

Una doctora retirada que trabajó una década en La Fátima lo resume sin rodeos: “Nos dicen que es una reorganización, pero vamos: es un cierre de toda la vida. Ya no les da la cuenta mantenerlo”.

El deterioro del hospital era evidente. Pacientes llegaban a parir sin agua, sin higiene y sin condiciones mínimas. Yolanda, que dio a luz allí hace un año, recuerda: “Mi esposo tuvo que cargar cubos desde la casa. No había agua ni para bañarme”.

Ahora, con La Fátima clausurado, las mujeres deben trasladarse hacia hospitales del centro de la ciudad: Luyanó, El Vedado, Línea… todos saturados y desbordados por la crisis sanitaria que atraviesa la isla.

Lorena, vecina de la zona, resume la angustia de muchas: “Tengo quistes en los senos y debía revisarme cada año. Ahora no sé dónde me van a atender. No es lo mismo moverme aquí en mi municipio que tener que cruzar media Habana para ver si con suerte me dan un turno”.

La clausura no es un hecho aislado. La crisis del sistema de Salud cubano es profunda: salarios miserables que expulsan al personal calificado, falta de insumos básicos, hospitales cerrados o funcionando parcialmente, epidemias de arbovirosis que han enfermado a gran parte del país y centros improvisados para niños ante la incapacidad real del sistema.

La pandemia de COVID-19 ya había dejado al descubierto la fragilidad de la salud pública, pero desde entonces todo ha empeorado. La Fátima no solo atendía embarazadas: allí se hacían citologías, ultrasonidos, análisis, exudados y controles rutinarios vitales para la salud femenina.

Hoy esas mujeres se quedan sin nada. El gobierno no ha ofrecido una explicación clara ni un plan alternativo. El personal ha sido “reubicado”, muchas veces a lugares inaccesibles y sin transporte. El edificio permanece cerrado y custodiado, símbolo del derrumbe de la salud pública en Cuba.

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