Los lujos y negocios millonarios de Tamara Marrero Cruz, la hermana del Primer Ministro que vive como Reina en Cuba

Redacción

En un país donde la mayoría sobrevive contando cada peso, Tamara Marrero Cruz vive como si Cuba fuera un resort privado. La hermana del primer ministro Manuel Marrero no tiene empacho en inundar las redes con fotos de hoteles, spas, cumpleaños fastuosos y paseos que parecen sacados de una revista de lujo. Nada discreto, nada humilde, y sobre todo nada parecido a la realidad que vive el cubano común.

Su emprendimiento estrella es Relax Jaracho, un Spa que promociona con orgullo como si fuera el fruto de un sacrificio tremendo y no del acceso privilegiado que tiene por ser parte de la élite gobernante. Masajes, chocolaterapia, mascarillas naturales y aceites hechos por ella misma, todo bien presentado, bien rotulado y bien caro. Lo curioso es que ese negocio no aparece registrado como una mipyme en ninguno de los listados oficiales. No existe como empresa, pero funciona como una máquina privada de ingresos, sin regulación ni transparencia.

Desde 2021 Tamara exhibe su Spa como si fuera una historia de éxito del “emprendimiento socialista”, cuando en realidad opera desde su casa en Holguín, en una habitación lujosamente equipada, con acceso a productos que cuestan un ojo de la cara. Aceite de coco, cacao, avena, arcilla y hasta aceite de corojo, todos ofertados bajo su propia marca. Un privilegio que no tiene el cubano que intenta vender dos jabones artesanales sin que le caiga encima un inspector.

Y si el Spa en casa no fuera suficiente, ahora Tamara tiene un stand en la Plaza de la Marqueta, en pleno centro de Holguín. Un proyecto estatal donde, sorpresa, también logró abrirse espacio sin ser mipyme, sin trámites interminables y sin obstáculos, como si la burocracia solo existiera para los demás. Aceites esenciales, velas, inciensos, tazas, bandejas… Un catálogo completo y bien surtido que cualquier emprendedor común en Cuba solo puede soñar.

La otra parte de su vida gira alrededor del hotel Paradisus Río de Oro, donde trabaja desde 2015 como masajista y promotora de ventas en el Spa Aguas de Oro. Un detalle que le abre puertas, contactos y oportunidades que serían imposibles sin su apellido. Allí no solo atiende turistas; también circulan sus productos y se fortalecen sus negocios privados. Es su “segunda casa”, y no precisamente por el salario.

Lo más llamativo es su rol en las donaciones que llegan a Holguín desde Canadá a través del grupo Not Just Tourists. Mientras activistas independientes como José Luis Tan son acosados por recoger insumos para hospitales, Tamara recibe maletas de donativos dentro de un hotel de lujo sin que nadie le pregunte nada. Aparece en todas las fotos oficiales entregando las ayudas, como si fuera funcionaria, como si fuera mérito suyo. Dos caras de un país donde la caridad independiente es delito, pero la caridad gestionada por la élite es propaganda.

Fuera del trabajo, su vida parece sacada de un catálogo turístico. Noches de fiesta, restaurantes, piscinas, entrenamientos personales, fotos profesionales, celebraciones de cumpleaños con decoraciones espectaculares y botellas de Baileys. Todo bien documentado en Instagram, donde siempre luce radiante y despreocupada, mientras la mayoría del país anda desesperado buscando pollo, aceite o un tubo de pasta dental.

Sus hijas también crecieron en esa burbuja de privilegios. Giselle llegó a Estados Unidos en 2022 pidiendo asilo. Lorena le siguió en 2023 a través del parole humanitario. Dos jóvenes que nunca pasaron un día de escasez, nunca hicieron una cola kilométrica y nunca confiaron en las promesas del tío Marrero de que “Cuba mejorará”. Ambas decidieron que el futuro no estaba en la isla que su familia ayuda a mantener hundida.

Como bien dijo Luis Domínguez, del proyecto Represores Cubanos, son muchachas de la élite, beneficiadas por el poder desde que nacieron. Y ahora viven en el mismo país que el régimen demoniza todos los días. Una ironía más del cinismo cubano.

Mientras tanto, Tamara sigue repitiendo eslóganes oficialistas, dándole like a todos los personajes del régimen y viviendo en una Cuba paralela, hecha de lujos, permisos especiales y ventajas reservadas solo para los intocables del sistema. Su vida es una postal perfecta de lo que el poder protege: privilegios para unos pocos y necesidades para millones.

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