El régimen cubano volvió a sus viejos vicios: más reuniones, más discursos vacíos y cero soluciones para la gente de a pie. Esta vez le tocó al XI Pleno del Comité Central del PCC, anunciado con bombo y platillo para los días 12 y 13 de diciembre, como si el país estuviera para ceremonias y no para meterle mano urgente a la crisis sanitaria y económica que revienta por todos lados.
Según el Partido, el Pleno evaluará “asuntos importantes de la vida socioeconómica y política de la nación”. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que esa frase ya no significa nada. Mientras ellos calientan sillas, la isla está rozando el colapso entre arbovirosis descontroladas, apagones interminables y los destrozos que dejó el huracán Melissa. Hablan de “asuntos importantes”, pero los problemas reales siguen sin tocarse.
Reuniones por arriba, mosquitos por abajo
El país entero está en alerta sanitaria. Hay miles de enfermos de dengue y chikungunya, los hospitales están desbordados, falta desde un simple analgésico hasta los reactivos para diagnosticar. Pero el PCC decide que lo urgente es sentarse a “debatir”, como si una mesa redonda fuera a espantar mosquitos o reconstruir techos.
Santiago de Cuba y varias provincias orientales apenas empiezan a levantarse del golpe del ciclón, mientras las familias siguen metidas entre escombros, sin recursos, sin luz, sin agua y sin un plan claro de recuperación. Y aun así, a la cúpula le parece el momento perfecto para otra ronda de consignas y autocríticas controladas. El guion de siempre: mucho hablar, poco hacer.
Un proceso “popular” que nadie pidió
Desde el 15 de noviembre, el aparato político del país anda metido en un maratón de encuentros, asambleas, videoconferencias y seminarios para “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”. Ellos le dicen participación popular. La gente en la calle lo traduce como pérdida de tiempo.
Mientras los cuadros discuten documentos, miles de cubanos están afrontando apagones de más de 12 horas, escasez total de medicamentos, basura acumulada que empieza a pudrirse en las esquinas y un brote de mosquitos que parece salido del infierno. Es la misma contradicción de siempre: el régimen dedicado a su propaganda, mientras la vida real se desmorona.
“Corregir distorsiones”: la frase que ya no engaña a nadie
El plan que ahora ponen en “discusión” es una versión rehecha de los mismos experimentos fallidos que vienen arrastrando desde el cataclismo del Ordenamiento Monetario. Aquella jugada, que prometía ordenar la economía, terminó pulverizando el salario, disparando la inflación y empujando a cientos de miles de cubanos a irse del país.
Hoy, el primer ministro Manuel Marrero asegura que actualizaron “39 objetivos específicos”, pero no hay una sola cifra que muestre avances. La inflación sigue fuera de control. El peso cae cada día como si no tuviera fondo. La agricultura está en mínimos históricos. La generación eléctrica sigue hecha trizas. Y las importaciones esenciales están frenadas por falta de dinero.
El discurso oficial insiste en la “unidad”, la “confianza” y la “participación”, como si repetir palabras mágicas fuera suficiente para revertir un modelo económico agotado. Sin transparencia, sin números reales y sin admitir errores, todo queda en lo mismo: un teatro político para entretener mientras la crisis profundiza.










