La Habana está otra vez en su propia telenovela criminal, donde los ladrones siempre terminan presos… pero los grandes problemas que empujan a la gente a delinquir ni se mencionan.
Según la versión oficial, el Minint dice haber desarticulado en Guantánamo una red de estafas dedicada a la compraventa falsa de dólares, con tentáculos en La Habana, Villa Clara y Las Tunas. Ocho personas fueron arrestadas, y en el operativo ocuparon celulares, líneas telefónicas y poco más de cien mil pesos, aunque el Gobierno calcula el daño económico en casi seis millones de pesos.
El “modus operandi” era de manual: enganchar a las víctimas a través de redes de compraventa, citarlas en casas preparadas como trampas y desaparecer antes de que llegara alguien a reclamar. Nada nuevo. En un país donde el mercado negro es prácticamente la única economía funcional, el que no corre vuela.
La Policía llamó a la población a denunciar estos hechos, como si la gente tuviera mucho tiempo libre para estar presentando pruebas cuando el salario no alcanza ni para recargar el teléfono.
El Código Penal, ese mismo que la Asamblea aprobó en 2022 para meter mano dura en los delitos económicos, será el encargado de decidir cuánto tiempo van a pasar presos los implicados. Lo curioso es que la ley habla de confiscación e inhabilitación, como si en Cuba hubiera grandes oportunidades laborales esperando afuera.
Y mientras en Guantánamo caía la red del “cambio engañoso”, en Camagüey cogieron presos a varios trabajadores del cementerio que supuestamente estaban vendiendo espacios de bóvedas para entierros. Cuando tienes que pagar hasta para descansar en paz, ya sabes el nivel de crisis que hay.
El discurso oficial dice que todo se investigará “con transparencia”, que se respetarán los derechos de los acusados… el mismo libreto de siempre, mientras el país entero se hunde en una economía que empuja a medio mundo a inventar para sobrevivir.
Porque sí, pueden detener a estafadores, cambistas ilegales y hasta a los “vendedores de tumbas”, pero la raíz del problema sigue intacta: un sistema que convirtió la necesidad en delito y el mercado negro en la única forma de respirar.







