Régimen publica su «protocolo de manejo» para pacientes con Chikungunya luego que se convirtiera en una epidemia extendida en el país

Redacción

El Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” acaba de presentar su nuevo “Protocolo de Manejo e Investigaciones para Pacientes con Chikungunya”, un documento elaborado junto al Ministerio de Salud Pública en medio de un brote que ya se ha extendido por buena parte del país, incluida La Habana. Sobre el papel, el texto ofrece una guía técnica para diagnosticar, tratar y dar seguimiento clínico a quienes se infecten con este virus transmitido por los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus. Pero como siempre pasa en Cuba, la teoría luce impecable mientras la realidad se cae a pedazos.

El documento describe las fases clínicas de la enfermedad, detalla los criterios para hospitalizar pacientes y propone esquemas de tratamiento para adultos, embarazadas, neonatos y niños. Incluso reconoce algo que durante años el discurso oficial evitó admitir: el Chikungunya no siempre es “ligero”, porque puede generar complicaciones neurológicas, cardíacas o renales, sobre todo en personas vulnerables. También incorpora pautas específicas para la atención pediátrica, porque la incidencia en menores se ha disparado desde que la enfermedad reapareció en julio en Matanzas.

El protocolo incluye capítulos de rehabilitación y medicina natural, insistiendo en el manejo del dolor y las secuelas que pueden durar meses o años. Hasta ahí, todo muy académico, muy completo y muy “poder popular científico”.

El problema es lo que el documento no dice.
No menciona si hay medicamentos para aplicar lo que recomiendan.
No explica cómo manejar una emergencia sanitaria en hospitales sin agua, sin higiene y sin personal suficiente.
No responde cómo prevenir contagios en barrios llenos de basura, fosas desbordadas y cero fumigación, donde el mosquito se reproduce como si el país fuera un criadero nacional autorizado.

Tampoco aborda el elefante en el cuarto: el sistema sanitario está colapsado. No hay materiales, no hay reactivos para diagnósticos y no hay personal porque miles de médicos han abandonado el país. Hablar de “respuesta multidisciplinaria y coordinada” en este contexto suena casi como poesía revolucionaria… o como otro documento para llenar un expediente, mientras los pacientes siguen de pie en urgencias esperando una inyección de dipirona prestada.

Mientras el IPK se aferra a protocolos, el Chikungunya se sigue expandiendo en una isla donde la insalubridad, la pobreza y el abandono estatal hacen el trabajo perfecto para el mosquito. Y el pueblo paga con dolor de articulaciones, fiebre, cansancio crónico y meses sin respuesta real.

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