El Sistema Electroenergético Nacional volvió a entrar en zona roja este miércoles, después de que la unidad 6 de la termoeléctrica de Renté, en Santiago de Cuba, quedara fuera de servicio por un salidero en el economizador. La UNE lo informó en su parte oficial, con el típico lenguaje técnico que ya ni sorprende a los cubanos, porque lo que sí se siente en la calle es la oscuridad.
A las siete de la noche, la empresa estatal reconoció que solo había 1,270 megawatts disponibles frente a una demanda de 3,202. Es decir, faltaban 1,930 megawatts, una cifra que se tradujo en apagones masivos durante el horario pico, casi a nivel nacional.
Ese mismo día la empresa aseguró que Energas Puerto Escondido estaba en “parada técnica”. Otra pausa, otro mantenimiento, otro parche anunciado para “garantizar la seguridad operacional”, mientras en la realidad la población se cocina al vapor en casas sin aire acondicionado, sin electrodomésticos funcionando y, en muchos casos, sin agua porque las bombas tampoco pueden trabajar.
El periodista oficialista Bernardo Espinosa salió al rescate, explicando que la intervención en Energas forma parte del mantenimiento anual de los sistemas que aseguran tanto la energía como el gas doméstico de La Habana. Sin embargo, la UNE no aclaró cuánto durarán los trabajos ni cuándo volverá a sincronizarse la unidad de Renté. Lo único claro es que la situación podría empeorar en los próximos días, y nadie en la calle espera otro resultado.
Con esta nueva salida de servicio, el SEN lleva una semana acumulando números que dan miedo, con déficits que rebasan los 1,800 MW y que marcan una de las peores etapas del año. El gobierno insiste en responsabilizar a problemas técnicos y a la falta de combustible, pero la gente continúa sufriendo apagones que, en algunos municipios, superan las 18 horas continuas.
La UNE repite que realiza mantenimientos programados para estabilizar el sistema, pero cada nueva avería en Renté, Felton, Guiteras o Mariel confirma lo que el país vive desde hace décadas: un sistema eléctrico destruido por la falta de inversión, el deterioro tecnológico y el abandono estatal.
En cualquier país medio normal, un déficit cercano a 2,000 MW sería escándalo nacional. Pero en Cuba es parte del parte diario, como si la catástrofe se hubiera vuelto rutina. Y mientras la realidad se derrumba, el gobierno se concentra en culpar a cualquiera menos a sí mismo.
La propaganda oficial encontró su villano favorito: el medio independiente El Toque. En la narrativa del régimen, si sube el dólar es culpa de El Toque, si cae una unidad generadora es culpa de El Toque, si la isla amanece apagada es obra del “malvado algoritmo” que actualiza la tasa del mercado informal.
La ecuación suena casi humorística: el euro baja y se rompe un transformador, el dólar sube y desaparecen 500 MW. Y si hoy hay apagón, ya sabemos quién lo provocó, no el gobierno que ha hundido el sistema eléctrico en la obsolescencia y el descontrol, sino una página web con una hoja de Excel.
Mientras tanto, la UNE sigue publicando partes con frases como “intervención en tres etapas” y “procesamiento de gas”, como si el problema fuera de terminología y no de incapacidad. Cada “parada técnica” es un apagón disfrazado. Cada “afectación al servicio” es la forma elegante de decir que el sistema está colapsado.
La crisis no llega por bloqueo alguno, sino por años de mala gestión, falta de modernización y corrupción institucional. En la Cuba oficial, la energía pareciera alimentarse del discurso, porque si no hay apagón, el gobierno se inventa una explicación ideológica.
Pero ni los discursos encienden bombillos, ni las consignas alimentan generadores. La UNE promete “recuperar estabilidad”, mientras la gente ya aprendió a memorizar los horarios de apagón con más precisión que los propios despachos eléctricos.
Y en esa oscuridad cotidiana, se ilumina una verdad incómoda: Cuba no está a oscuras por falta de petróleo, sino por falta de gobierno capaz.







