Más de tres millones de pesos cubanos se recaudaron para la joven madre de Cacocum, en Holguín, esa misma mujer que se hizo viral diciendo una frase que retrató el país mejor que cualquier comparecencia oficial: “Yo no quiero nada, yo lo único que quiero es comida para los niños”.
Ese grito sencillo y devastador movió a miles de personas. Mientras el gobierno sacaba notas vacías sobre “acciones de recuperación”, los cubanos de a pie, dentro y fuera de la isla, pusieron el dinero, la voluntad y el corazón. El activista Noly Blak anunció en Facebook que la cifra alcanzó más de tres millones 155 mil pesos, acompañando el dato con la foto de los fajos de billetes encima de la mesa, como recordatorio práctico de que la ayuda real llegó del pueblo, no del Palacio de la Revolución.
La historia duele porque lo perdió todo con el paso del huracán Melissa. Su casa quedó destruida, se le mojó lo poco que tenía, ni siquiera la evacuaron, y encima nadie del gobierno apareció para ofrecer una lona, un colchón o una lata de sardinas. Pero los cubanos sí. De Pinar del Río a España, las reacciones fueron de orgullo, alivio… y también miedo. Muchos temen que una mujer sola con cuatro hijos, sin protección y ahora con dinero, quede vulnerable en un país donde la pobreza y la delincuencia ya andan al galope.
La tragedia de Melissa no fue solo lluvia y viento. En Holguín, Las Tunas, Santiago y Granma miles de familias siguen con paredes rajadas, techos desaparecidos y ninguna respuesta estatal más allá del discurso lloroso de siempre.
Perdieron colchones, muebles, ropa, comida, electrodomésticos… cosas imposibles de reponer con salarios que no dan ni para la merienda escolar.
Y aquí está el punto clave:
No fue el Estado quien acudió a la madre de Cacocum. No hubo camiones, brigadas, entrega de materiales, ni soluciones urgentes. La ayuda nació de la población. De cubanos comunes que se cansaron de esperar por un gobierno que, frente a cada desastre, aparece para la foto y después se esfuma.
Ella, entre lágrimas, agradeció a quienes donaron. No mencionó ministros, ni delegados, ni nada parecido. Agradeció a desconocidos que hicieron lo que las instituciones no hicieron.
Lo ocurrido es más que una colecta millonaria. Es una radiografía perfecta del país:
Cuando el Estado falla –y en Cuba falla siempre– la solidaridad del cubano es lo único que mantiene vivas a personas que ya lo perdieron todo.







