Régimen admite fracaso absoluto de su plan para convertir contenedores marítimos en viviendas y culpa a la burocracia que ellos mismos han impuesto

Redacción

El gobierno cubano tuvo que bajarse del pedestal este miércoles y admitir públicamente que su famosa idea de convertir contenedores marítimos en viviendas se quedó empantanada, igual que tantas otras promesas recicladas que nunca se concretan. Aquello que fue presentado como “una alternativa moderna y rápida” para enfrentar el brutal déficit habitacional terminó siendo otro experimento fallido del régimen.

En un mensaje publicado en X, la cuenta oficial del Gobierno de Cuba reconoció que, aunque se han liberado más de mil contenedores para su adaptación, el proyecto no avanza. Literalmente, la burocracia está frenando el plan porque “la extracción y transformación” de los contenedores sigue atrasada, según las conclusiones de una reunión nacional celebrada por videoconferencia.

La sesión estuvo presidida por el primer ministro Manuel Marrero Cruz, quien terminó admitiendo que no solo el tema de las viviendas está trabado. También reconoció problemas en la recogida de basura, alumbrado público, áreas verdes y hasta en los servicios funerarios. Dicho de otra manera: todo lo que el Estado debería garantizar está colapsado o funcionando con una lentitud desesperante.

Marrero afirmó que ha faltado control y exigencia en el cumplimiento de las normas aprobadas, y pidió más sensibilidad ante las quejas de la población. Suena bonito, pero lo cierto es que las quejas sobran y las soluciones no aparecen por ningún lado.

La reunión también abordó la crítica situación epidemiológica del país y la atención a las provincias devastadas por el huracán Melissa, que dejó miles de familias sin techo y una infraestructura que parece salida de una guerra.

El reconocimiento público del fracaso del programa de casas contenedores es un golpe duro para la política de vivienda en un momento en que el país enfrenta una crisis habitacional histórica, agravada por los destrozos del ciclón. Las familias siguen esperando mientras los recursos brillan por su ausencia y, para colmo, los materiales que llegan no se entregan gratuitamente, ni siquiera a quienes perdieron todo.

En el discurso, el gobierno insiste en que se está trabajando, pero en la realidad los pocos materiales disponibles se cobran a precios imposibles, regulados por el mismo Estado que presume “atender al pueblo”. Así es difícil reconstruir una casa, un barrio o una vida.

El plan de viviendas con contenedores había sido anunciado con entusiasmo en 2024 como una alternativa ecológica, económica y rápida. Pero en menos de un año se convirtió en otro fiasco oficial. No hay resultados visibles, las obras no avanzan y el propio gobierno ya tuvo que admitirlo públicamente.

Mientras los dirigentes hacen teleconferencias y “orientan”, miles de familias siguen en albergues temporales, viviendas apuntaladas o estructuras improvisadas, esperando una solución que el Estado no ha podido ni sabido dar. En Cuba la gente sigue reconstruyendo como puede, mientras el gobierno sigue reconstruyendo el mismo discurso de siempre.

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