Régimen admite que hay 34 menores hospitalizados en estado grave o crítico por la crisis sanitaria que vive Cuba

Redacción

Cuba vive una emergencia sanitaria sin maquillaje ni propaganda oficial. En su última aparición en la televisión estatal, el doctor Francisco Durán, el eterno vocero del MINSAP, tuvo que admitir públicamente algo que ya el país entero sabía desde hace semanas: el chikungunya está fuera de control y el sistema de salud cubano no tiene capacidad para enfrentarlo.

Durán reconoció que 34 niños y adolescentes están hospitalizados en estado grave o crítico, una cifra que hiela la sangre y que deja al descubierto el desgaste brutal de un sistema médico que alguna vez fue orgullo del discurso oficial, pero que hoy no puede garantizar ni un medicamento para bajar la fiebre.

También confesó algo todavía más serio: las cifras oficiales no reflejan la realidad. En un país donde la gente evita ir al médico porque sabe que no hay medicinas, porque teme pasar horas tirada en un pasillo, o porque simplemente ya no confía en el sistema, las estadísticas pierden sentido. Y aun así, habló de más de 3,000 nuevos casos diarios y de más de 47,000 personas ingresadas.

El chikungunya está cebándose con los niños. De los 63 pacientes en terapia intensiva, solo diez son adultos. El resto son menores de 18 años. Ese dato, dicho por el propio Gobierno, confirma lo que médicos dentro y fuera del país llevan alertando: la infancia cubana está pagando el precio de una crisis epidemiológica mal gestionada, subestimada y tapada durante semanas.

La comunidad médica internacional ya advirtió que el virus puede provocar complicaciones neurológicas, cardíacas y hepáticas en los más pequeños, además de deshidratación severa y fiebre persistente. En lactantes puede desencadenar meningitis viral, encefalitis e incluso el peligroso síndrome de fuga capilar, una condición que puede ser mortal.

Investigaciones en países como Brasil e India han demostrado que uno de cada diez menores queda con dolores articulares crónicos durante semanas o meses, afectando su movilidad y hasta su asistencia a la escuela. Pero en Cuba el drama es mayor, porque además de la enfermedad, las familias tienen que enfrentar un sistema colapsado, sin ambulancias suficientes, sin laboratorios que funcionen bien, y sin medicamentos básicos.

En los recién nacidos, el riesgo se dispara si la madre se infecta en el embarazo, pudiendo provocar daño cerebral o inflamación generalizada. Pero esto no lo verás explicado en detalle en el noticiero, donde el Gobierno sigue vendiendo el cuento de que todo está “bajo control”.

Mientras tanto, los mosquitos hacen fiesta, la basura se amontona en las calles, el Gobierno culpa al clima, y la población se las ingenia como puede para sobrevivir. Porque en Cuba, más peligrosa que la enfermedad es la costumbre del régimen de ocultar los problemas hasta que la realidad les explota en vivo, frente a las cámaras.

Habilitar notificaciones OK Más adelante