El famoso túnel de Línea en La Habana vuelve a estar parcialmente cerrado, esta vez del 19 al 23 de noviembre. Según el Gobierno, se trata de un “mantenimiento histórico”. Ya tú sabes: aquí hasta pintar una cuneta hay que presentarlo como si el país estuviera construyendo la NASA.
La senda Plaza-Playa quedó clausurada desde la mañana del miércoles para trabajos de pintura, bacheo y retoques que llevaban décadas pidiendo auxilio. Mientras tanto, el sentido contrario reabrió de manera triunfal la noche anterior, porque en Cuba una carretera funcionando se celebra como si hubieran clasificado a un Mundial.
Los choferes tendrán que desviarse por 23, 41, 5ta Avenida o Malecón. Y claro, las rutas de guaguas tendrán el clásico festival de cambios, rodeos y “coge por aquí porque por allá no puedes”.
Las autoridades aprovecharon para recordar que no se permite la circulación de vehículos pesados por el viejo puente de hierro, ese que también está pidiendo jubilación desde antes del Período Especial.
El ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, volvió a aparecer con su tono épico asegurando que este mantenimiento marca “una nueva etapa en la vida del túnel”. Una frase que en otro país sonaría normal, pero en Cuba se siente como una confesión involuntaria: dejaron deteriorar otra obra emblemática hasta el extremo.
Dicen que la obra incluye modernizar iluminación, limpiar drenajes, pintar paredes y tapar huecos. Perfecto. Lo que no dicen es por qué una ciudad capital necesita cerrar su túnel principal para hacer trabajos que en cualquier país medio organizado se hacen con planificación, recursos y sin montar el drama patriótico.
Pero bueno, así vamos. En una ciudad con edificios cayéndose, calles destruidas y un transporte al borde de la extinción, el Gobierno necesita vender un mantenimiento rutinario como si fuera un renacer nacional. Porque la propaganda sigue siendo más constante que la electricidad.







