Mientras Cuba vive entre escombros, Manuel Marrero promociona el desarrollo del turismo en la isla

Redacción

Manuel Marrero volvió a demostrar que vive en un país distinto al del resto de los mortales en la isla. Mientras Cuba está pasando la peor temporada de apagones en años, con hospitales que parecen escenas de cine postapocalíptico y un oriente todavía tratando de levantarse después del paso del huracán Melissa, el primer ministro apareció en X celebrando el desarrollo del turismo cubano. Sí, el turismo… ese sector que funciona como burbuja de GAESA, alejado del cubano de a pie y donde una noche cuesta más que el salario de un mes.

Marrero felicitó públicamente a los trabajadores del sector por su aporte al supuesto “crecimiento económico del país”. Crecimiento que, por cierto, nadie ha visto fuera de las paredes con mármol importado de los hoteles militares. El pueblo, por su parte, respondió como es lógico: con indignación y cansancio, porque no hay peor burla que celebrar hoteles vacíos mientras la gente está alumbrándose con velas y espantando mosquitos con un trapito.

En las calles el panorama es muy otro. El Sistema Eléctrico Nacional está en caída libre, con déficits que superan los 1,400 MW y provincias como Santiago de Cuba donde hay barrios que todavía no han visto la luz después de Melissa. Los apagones son tan largos que ya la gente ni se molesta en comentar: simplemente se adapta, carga el tanque de agua cuando puede y prepara el café con el fogón de carbón, como en 1956 pero con datos móviles.

A esto se suma una crisis sanitaria fuera de control. El Ministerio de Salud reconoce más de 20 mil casos de chikungunya, brotes fuertes de dengue y hospitales que no tienen ni antibióticos ni agua corriente. Se han visto videos de enfermos en pasillos, familias improvisando ventiladores a mano y doctores confesando que no tienen ni cómo hacer pruebas. Y aun así, el gobierno sigue hablando de “normalidad” y “trabajo sostenido”. Claro, cuando se vive rodeado de aire acondicionado y agua fría, es fácil confundir la realidad.

La comida es otra tragedia. Con los productos básicos marcados en MLC y los precios subiendo más rápido que la tarifa eléctrica, el cubano está condenado a resolver cada semana como si estuviera participando en la edición cubana de un reality de supervivencia. Y en el oriente, donde Melissa arrasó con viviendas, caminos y cultivos, miles de familias siguen esperando algo más que discursos y promesas.

Mientras todo esto ocurre, el gobierno sigue empujando su industria favorita: esa donde el dinero entra y nadie pregunta demasiado. El turismo es la niña mimada del régimen porque es lo único que aún genera divisas… para ellos. Los hoteles siguen llenándose de fotos bonitas para las campañas promocionales, pero el pueblo ni los huele. No solo no puede pagarlos, es que ni siquiera se le ocurre soñarlos.

El contraste es brutal. El país a oscuras y el primer ministro en modo propaganda, hablando de un “crecimiento económico” que solo existe en sus informes. Y el mensaje que queda, aunque no lo digan con palabras, se entiende perfectamente: los hoteles importan más que la gente.

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