El régimen de Miguel Díaz-Canel volvió a demostrar que los negocios en Cuba nunca han sido para todos, sino un juego amañado a favor del Estado y sus allegados. Según reportes de EFE, el gobierno cubano bloqueó las cuentas en divisas de todas las empresas extranjeras y sedes diplomáticas en la isla. Esto significa que los fondos depositados en bancos locales no pueden ser transferidos ni extraídos al exterior, un corralito silencioso que ha encendido alarmas entre inversionistas internacionales.
Como “solución”, el régimen propone abrir cuentas “reales” que se alimenten únicamente con divisas ingresadas desde el exterior. Teóricamente, esos fondos podrían usarse para transferencias y retiros, pero algunas empresas ya denuncian que incluso en estas cuentas hay problemas para repatriar dinero y obtener efectivo.
El golpe no se queda solo en las empresas: en una reunión reciente con la Cancillería cubana, el cuerpo diplomático conoció que un mecanismo similar se aplicará a sus fondos. Les anunciaron que se establecerá una fecha futura para extraer divisas nuevas, pero no hay garantía de que los fondos antiguos puedan ser liberados, dejando a muchos en una especie de limbo financiero.
Este movimiento no es una sorpresa completa. Desde abril, EFE ya reportaba que medidas similares se aplicaban de manera puntual a varias empresas. En julio, el gobierno de Estados Unidos lanzó una advertencia pública a inversionistas internacionales, calificando al sistema económico cubano como un entorno amañado para beneficiar al régimen y sus compinches. La Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado dejó claro: “Cuba no está abierta para los negocios —está amañada para los compinches del régimen”.
El comunicado recordó que las empresas extranjeras se ven obligadas a formar empresas mixtas, donde el Estado se queda con al menos el 60 % de las ganancias y el resto rara vez llega a manos de los socios foráneos. Además, el régimen mantiene un historial de impagos y de manipulación de contratos para asegurarse de que los términos siempre le favorezcan.
En pocas palabras, invertir en Cuba sigue siendo un riesgo: las reglas cambian a discreción del gobierno, el dinero puede quedarse atrapado en bancos locales, y las ganancias prometidas se desvanecen mientras el Estado y sus allegados se llenan los bolsillos. Para los extranjeros, el mensaje es claro: la isla no es tierra de oportunidades, sino un laberinto financiero controlado por el régimen.










