Nueve días después de terminado el juicio contra el exministro de Economía Alejandro Gil, el régimen cubano sigue en la misma postura que siempre cuando le conviene: callado como tumba. Ni un comunicado, ni una nota oficial, ni una línea en Granma admitiendo siquiera que el juicio concluyó. El silencio es tan estridente que al final quien rompió la calma fue su hermana, la periodista y exconductora María Victoria Gil, desde España. Y lo hizo soltando una bomba: al exministro lo están acusando de trabajar para la CIA y la cadena perpetua ya estaría prácticamente dictada.
En una conversación con el periodista Mario J. Pentón para Martí Noticias, María Victoria aseguró que una fuente que considera “totalmente confiable” le confirmó que el cargo central de la acusación es espionaje a favor de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Dijo que cuando recibió la información se quedó fría, porque nunca imaginó ver a su hermano envuelto en algo así.
Según su relato, ella no cree que Alejandro haya sido capaz de convertirse en espía de ninguna potencia, mucho menos de Estados Unidos. Pero afirma que la información se la dieron contrastada, revisada y confirmada, sin que tuviera motivos para dudar de su veracidad.
Desde su visión, el caso entra en la misma línea histórica del castrismo: cuando el Gobierno mete la pata, siempre aparece Estados Unidos como el chivo expiatorio perfecto para no asumir el desastre propio. María Victoria lo expresó con claridad, señalando que culpar al “enemigo externo” sirve para tapar el fracaso de un sistema corrupto hasta los huesos que ha destrozado un país que alguna vez tuvo futuro.
María Victoria afirma que Alejandro no solo no aceptó la acusación, sino que la rechazó desde el primer minuto. Según la información que recibió, el exministro negó categóricamente cada afirmación relacionada con supuestas acciones de espionaje. Lo habría hecho punto por punto desde el inicio de la investigación.
También contó que el abogado defensor, identificado como el Dr. Solar, realizó lo que ella calificó como una actuación brillante, desmontando una por una las imputaciones presentadas por la Seguridad del Estado. Pero deja claro que el esfuerzo puede haber sido en vano, porque la suerte del exministro estaría sellada antes incluso de que comenzara el juicio. Para ella, la cadena perpetua es prácticamente un hecho inevitable y lo dice apoyándose en su conocimiento como jurista y en cómo se han movido las piezas desde el primer día.
Más allá del caso personal de Alejandro Gil, su hermana apunta a un problema mayor: en Cuba no hay justicia independiente, especialmente cuando se trata de casos que el régimen considera delicados. Recordó que los expedientes de espionaje no los lleva la Fiscalía, sino la Seguridad del Estado, con procesos secretos, inaccesibles y diseñados para que nadie sepa si se está juzgando una realidad o una ficción fabricada desde arriba.
Para María Victoria, en un sistema donde la corrupción es pan nuestro de cada día dentro de la cúpula, el Gobierno necesita de vez en cuando un sacrificio para lavarse la cara y seguir fingiendo que el problema está en una persona y no en toda la maquinaria podrida. Y su razonamiento es sencillo: si se juzgara por corrupción, lavado de activos o tráfico de influencias, la justicia tendría que sentar en el banquillo a prácticamente toda la dirigencia del país.
El caso Alejandro Gil muestra el corazón podrido del poder cubano. Un sistema que ya no sabe cómo justificar su ruina económica, que no reconoce sus propios errores y que, cuando la realidad le pasa factura, prefiere inventar enemigos antes que asumir su responsabilidad histórica en la destrucción de Cuba.







