Lote de 10 modernos Moskvich regalados por Moscú al régimen comienzan a circular en La Habana ¿a manos de quienes habrán ido?

Redacción

Un pequeño lote de apenas diez automóviles Moskvich enviados desde Moscú empezó a rodar por La Habana esta semana. La prensa oficial lo presentó como una muestra de “solidaridad y hermandad”, pero para los habaneros que pasan horas esperando una guagua que nunca llega, la noticia cayó como un chiste de mal gusto en medio del peor colapso del transporte público en décadas.

Estos carros llegan después de que el alcalde moscovita Serguéi Sobianin ofreciera la donación durante la visita de Miguel Díaz-Canel a la planta automotriz Moskvich, una fábrica soviética “revitalizada” con ayuda tecnológica china. Para el régimen cubano, el episodio es otra foto para titulares; para el cubano de a pie, es más propaganda sin soluciones reales.

La ceremonia de entrega se realizó en el Hospital Salvador Allende, donde la gobernadora Yanet Hernández agradeció al Kremlin el “noble gesto” y aseguró que los nuevos Moskvich se usarán para servicios de salud y educación, especialmente en programas materno-infantiles. Suena bonito, pero la realidad es que el sistema sanitario está en colapso total, con hospitales sin medicamentos, ambulancias paralizadas y personal médico exhausto tratando de hacer milagros sin recursos.

La propia prensa estatal insiste en que esta entrega forma parte de la “cooperación estratégica” entre Rusia y Cuba, justo en el aniversario 65 de sus relaciones diplomáticas. Por supuesto, nadie menciona que Moscú ha intensificado en los últimos años sus intereses económicos y militares en la isla, mientras La Habana sirve de aliada política en momentos de aislamiento internacional.

Serguei Pakhomenko, consejero de la embajada rusa, habló de “hermandad entre los pueblos”, sin entrar en los detalles incómodos. Su colega Vitaly Sprinchan fue más lejos y aseguró que los Moskvich son prueba del “renacimiento” de la industria automotriz rusa, golpeada por sanciones internacionales tras la invasión a Ucrania. El mensaje es claro: Rusia necesita mercados y Cuba necesita seguir simulando que avanza.

En la isla siguen circulando miles de carros soviéticos de los años 70 y 80, y en los últimos años Rusia ha mandado cientos de vehículos como GAZelle, Ladas, camiones Kamaz y UAZ, destinados casi siempre al turismo o empresas del Estado, no al transporte público que sufre la gente.

Y mientras los diplomáticos sonríen ante cámaras, el cubano continúa enfrentando un panorama desesperante: guaguas que nunca pasan, transporte reducido por falta de combustible, ómnibus destruidos, corrupción en las bases de transporte y un gobierno más enfocado en titulares que en soluciones.

Diez carros para una capital colapsada no son cooperación; son otra postal propagandística. Porque en La Habana, como en toda Cuba, el problema no es la falta de autos: es un sistema que lleva 65 años prometiendo mover el país y cada día lo deja más parado.

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