Nueve días después de que concluyera el juicio por espionaje contra el exministro de Economía Alejandro Gil Fernández, el régimen cubano guarda un silencio sepulcral. Ni una palabra sobre el desenlace, ni siquiera sobre si Gil fue declarado culpable o inocente. Quien rompió esa muralla de silencio fue su hermana, la abogada y expresentadora María Victoria Gil, desde España, en una entrevista con Mario J. Pentón de Martí Noticias.
Según María Victoria, una fuente “muy fidedigna” confirmó que a su hermano lo acusan de espionaje a favor de la CIA, un hecho que ella considera imposible: “Me quedé sin palabras. Mi hermano no tiene el perfil de espía, y mucho menos de la CIA. Pero la información está corroborada y contrastada, no estoy inventando nada”.
El exministro, asegura su hermana, ha negado rotundamente todas las imputaciones desde el primer momento: “Punto por punto, desde el inicio de las investigaciones, Alejandro negó cualquier vínculo con espionaje”. Además, su abogado, Abel Solás, realizó una defensa que ella califica de “brillante”, desmontando cada acusación y cuestionando la construcción del expediente.
María Victoria explica que en Cuba los casos de espionaje no los lleva la Fiscalía, sino la Seguridad del Estado, en procesos opacos y “encriptados”, donde es casi imposible distinguir entre hechos reales y montajes políticos diseñados para destruir a alguien y justificar condenas extremas. Para ella, el caso de su hermano no es un juicio justo, sino un acto de ensañamiento político: “En un país donde toda la cúpula es corrupta, ¿cómo juzgar a un solo funcionario por delitos económicos? Tendrían que juzgarlos a todos”, denuncia.
El origen de la caída de Gil, según María Victoria, se remonta al 1 de febrero de 2024, cuando el primer ministro Manuel Marrero Cruz le informó telefónicamente que su gestión “no había dado los frutos esperados” y que debía entregar de inmediato toda la documentación del ministerio. Al día siguiente se hizo pública su destitución, coincidiendo con el cumpleaños de su esposa, mientras Díaz-Canel lo felicitaba públicamente por su “buen trabajo”. Un gesto, según la hermana, cargado de cinismo.
El 24 de febrero, Gil fue citado al despacho de Marrero, donde ya lo esperaban oficiales de la Seguridad del Estado. Desde ese momento, tanto él como su esposa quedaron bajo una especie de reclusión domiciliaria controlada, y posteriormente trasladados a una prisión de alta seguridad, donde solo puede recibir visitas de su familia 15 minutos cada quince días.
María Victoria apunta directamente a Marrero: “Él ha estado delante y detrás de todo este proceso. Es un ensañamiento”. Denuncia que mientras a Alejandro se le imputan delitos económicos, Marrero habría cometido esas mismas irregularidades varias veces durante su gestión, vinculadas a grandes negocios y corrupción dentro del Ministerio de Turismo.
Para ella, el caso refleja más luchas internas dentro del poder que un expediente de espionaje sólido. La acusación de vínculos con la CIA, ironiza, encaja perfectamente en la narrativa histórica del régimen: culpar a Estados Unidos de todo fracaso interno. Según su lectura, el derrumbe económico del país no se debe a conspiraciones externas, sino a un sistema fallido y corrupto que ha destruido la economía cubana.
María Victoria también critica el papel de Díaz-Canel: si desconocía lo que se tramaba contra Gil, eso mismo sería un motivo de juicio político. “Cuando tienes un cargo, debes velar por el ejercicio de tus subordinados. Si no lo haces, también eres responsable”, subraya.
Finalmente, la hermana del exministro recuerda que la familia está marcada por el miedo y el silencio. Algunos miembros, incluso, apoyaban públicamente al régimen. A Alejandro le ofrecieron la ciudadanía española, que habría permitido a sus hijos emigrar, pero la rechazó porque “vivía feliz en Cuba y daba la vida por su país”. Hoy, esa decisión complica la posibilidad de un futuro seguro para su familia.
Mientras tanto, Pentón anunció que remitirá la información sobre la acusación de espionaje a la CIA al Departamento de Estado de Estados Unidos, buscando alguna reacción oficial ante el absoluto silencio de las autoridades cubanas.







