El caso de Antonio Rassi Roque vuelve a poner en el centro del debate un tema que en Cuba muchos prefieren callar: los abusos dentro del Servicio Militar. Su madre acaba de romper el silencio y lo hizo con la fuerza de quien no tiene nada más que perder. Después de reunirse con altos mandos del Ejército, señaló directamente a un oficial como el principal responsable de la tragedia que marcó su vida para siempre.
La mujer, todavía sumida en el dolor, informó que fue recibida el 19 de noviembre en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) por varios jefes militares: el del Ejército Occidental, el de la Fiscalía Militar Territorial y el político del Ejército Occidental. Allí le aseguraron que el caso de Antonio estaba “en investigación” y que todo se llevaría con “transparencia”. Palabras muy bonitas… pero ya sabemos cómo funcionan estas promesas en Cuba.
En esa reunión, la madre fue clara y directa: exigió que entre los resultados de la investigación se incluya la destitución definitiva del primer teniente Aldo, político de la Unidad 5050, a quien acusa de presionar, hostigar y abusar de su hijo hasta quebrarlo emocionalmente.
La denuncia no se quedó en palabras sueltas. La madre sostiene que testigos dentro de la unidad escucharon cómo, el mismo día de la muerte de Antonio, se daba la orden de “no comentar nada hacia afuera”. Silencio militar, sello de fábrica. Incluso afirma que el propio político del Ejército admitió que esa orientación existió, lo que refuerza las sospechas de encubrimiento.
Tras días de insistencia, logró ver al jefe de unidad, el capitán Ricardo Martínez, y al propio teniente Aldo. Describe ese encuentro como un momento doloroso y repugnante. “Fue asqueante pensar que estaba tan cerca de un ser tan despreciable y abusivo como lo fue con Antonio”, escribió. No se guardó nada: lo llamó responsable directo de la muerte de su hijo y cuestionó que alguien así lleve un uniforme que miles defienden con orgullo.
La madre explica que su hijo vivió bajo un acoso constante, que Aldo estaba “encima de él diariamente” y que el 18 de agosto, tras terminar su primera parte de la guardia, el oficial lo llamó para retirarle un pase. Esa discusión terminó con gritos, abuso de poder y humillación pública, según su versión. Después de aquello, la salud mental del joven se desplomó.
“No descansaré hasta que usted sea quitado del cargo”, escribió la madre en una carta pública que retumba con dolor y coraje. También recordó que Antonio, con apenas 18 años, no tuvo la oportunidad de estudiar en la universidad ni de vivir su juventud. “Quedó una familia destruida”, lamenta.
El caso fue documentado por elTOQUE, que confirmó que Antonio se quitó la vida dentro de la unidad militar. Y, como siempre, las autoridades siguen sin asumir responsabilidad por estas muertes que cada año se repiten bajo excusas de accidentes, enfermedades o “incidentes aislados”.
Otros familiares se han sumado a la denuncia pública. Félix Alfredo González, padre de un recluta fallecido en 2021, asegura que solo entre julio y agosto de 2025 murieron al menos siete jóvenes prestando el servicio militar. Y él ha sido tajante: “El Gobierno hace oídos sordos”.
La muerte de Antonio Rassi no solo es una tragedia familiar. Es una señal más del deterioro, la impunidad y los abusos dentro del Servicio Militar Obligatorio en Cuba, una institución cuestionada por décadas, pero más oscura que nunca.







