Mía Rey Jiménez tiene solo dos años y ya conoce mejor que nadie lo que es pelear por la vida. Un cáncer agresivo en etapa cuatro la tiene contra reloj, mientras sus padres ruegan por algo que debería ser un trámite sencillo cuando la urgencia es real: una visa humanitaria para entrar a Estados Unidos y acceder a tratamiento especializado en el Nicklaus Children’s Hospital de Miami.
La familia salió de Cárdenas, Matanzas, en mayo de 2025, tras recibir el diagnóstico de neuroblastoma metastásico, un tipo de cáncer infantil que en Cuba no tiene ni los recursos ni la tecnología para enfrentarlo. Como tantas familias cubanas, tomaron la ruta obligada del que busca sobrevivir: viajar a Nicaragua y desde ahí continuar a Costa Rica, porque la Isla no podía ofrecerles una oportunidad real.
En Costa Rica la pequeña recibió quimioterapia y fue sometida a una cirugía compleja, con un pronóstico sombrío. Los médicos advirtieron que había más de un 90% de posibilidades de que no saliera viva del salón, porque el tumor comprometía la vena aorta y la vena cava. Pero la niña sobrevivió, porque es una guerrera, como dice su madre, Liudmila Jiménez Matos.
El problema es que Mía aún tiene una masa en un pulmón que ha hecho metástasis en la médula ósea. Eso impide que su cuerpo produzca células madre correctamente. Los especialistas en Costa Rica hablan de un 45% de posibilidades de sobrevivir, mientras el hospital en Miami le ofrece un 80% de probabilidades, gracias a tratamientos más avanzados. Ese hospital ya aceptó el caso, pero la familia necesita algo que ningún médico puede darles: que Estados Unidos les permita entrar cuanto antes.
La solicitud de visa humanitaria fue presentada con toda la documentación, pero en un primer momento fue denegada. Ahora el equipo legal está en apelación, reforzando el expediente con informes médicos, avales financieros y el hecho clave de que el padre de la niña es residente legal en Estados Unidos, sin récord criminal y con una petición familiar registrada desde 2023. Incluso varias fundaciones y el propio hospital han garantizado que Mía no será una carga pública y que todos los gastos serán asumidos.
En medio de la crisis, la familia lanzó una campaña en GoFundMe y está recibiendo apoyo, especialmente de cubanos en el exilio que conocen lo que significa luchar contra el tiempo mientras la burocracia mira para otro lado. La asistente legal Lissette Herrera, que viajó personalmente a Costa Rica para conocer el caso, asegura que no falta nada: hay seguro, hay fondos, hay respaldo y hay un padre que no deja un día de tocar puertas.
Liudmila apareció en redes sociales con la voz quebrada, explicando la travesía que han vivido y pidiendo ayuda para que el caso se vuelva visible. Sabe que cuando los expedientes se empolvan en un escritorio, la vida sigue afuera, y a su hija le corre el reloj más rápido que a nadie.










