La alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, lanzó una idea que levantó polvo político y también sonrisas irónicas: fundir las esculturas de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara retiradas del Jardín Tabacalera, y usar ese mismo metal para levantar un monumento en honor a Carlos Manzo, funcionario asesinado recientemente en Morelos. Una especie de “reciclaje histórico”, pero con mensaje incluido.
La propuesta salió en redes sociales justo después de que el gobierno federal solicitara formalmente las esculturas para reubicarlas en otro punto de Ciudad de México. Pero Rojo de la Vega, opositora, no se tragó el cuento y respondió con una alternativa contundente: si la alcaldía no las quiere, pues que sirvan para algo realmente útil. Y se puede entender. ¿Para qué seguir rindiendo homenaje a dos personajes que dejaron a Cuba sumida en pobreza, represión y dolor, cuando hay mexicanos reales que merecen memoria y justicia?
Las esculturas, bautizadas como El Encuentro, fueron creadas por Óscar Pozanelli y representan la reunión entre Castro y el Che en 1955. Desde que las pusieron, generaron más controversias que aplausos. Vecinos inconformes, autoridades culturales señalando falta de permisos, y hasta protestas en 2021 donde alguien les metió brocha por encima pidiendo su retiro. En 2020 incluso tuvieron que ponerles protección porque ya varios querían llevárselas a pedazos.
Al final, en septiembre de este año, las esculturas salieron del parque y el espacio volvió a la comunidad. Pero su destino sigue siendo un tira y encoge político. Sheinbaum dijo que el gobierno federal está dispuesto a llevárselas y darles otro hogar. Rojo de la Vega insinuó también que podrían subastarse y usar el dinero para mejorar espacios públicos en Cuauhtémoc. Mínimo así las estatuas dejarían algún beneficio real, cosa que ni en Cuba lograron.
Por ahora, el futuro de esas moles de bronce sigue en el limbo administrativo. Pero el debate sigue vivo. Porque al final, más allá del metal, lo que está en juego es algo más profundo: el derecho de una comunidad a decidir qué memoria quiere en su espacio público… y qué personajes ya no merecen pedestal, ni en México, ni en La Habana.







