Si alguien todavía dudaba de que en Cuba el dinero “existe, pero no aparece”, un video grabado en Marianao vino a cerrar la discusión. Una auténtica marea humana se agolpó este viernes frente a un banco del municipio, en plena lucha por sacar algo de efectivo, ese recurso que se ha vuelto casi tan difícil de conseguir como un milagro. La escena, que ya es casi paisaje nacional, vuelve a mostrar el descalabro del tan anunciado “ordenamiento” monetario y la profunda crisis del sistema bancario cubano.
Las imágenes, publicadas en Facebook por José Díaz Silva, hablan por sí solas: un gentío tan compacto que ni una aguja cabía. La cola no solo rebasaba la acera, sino que literalmente ocupaba la calle entera. Y todo eso para lo que debería ser simple: retirar el dinero propio. Pero en la Cuba de hoy, un trámite bancario se ha convertido en una odisea digna de documental.
La grabación muestra a más de un centenar de personas apretujadas bajo el sol, sin audio, porque ni falta hace: los gestos, las miradas y el cansancio lo dicen todo. Esta escena se repite en todo el país, desmintiendo la narrativa oficial de que la bancarización marcha “sin contratiempos”. ¿Ordenado? ¿Eficiente? Nada más lejos de la realidad.
Mientras el gobierno insiste en que la bancarización es una “transformación necesaria”, los cubanos saben que la historia es otra: cajeros vacíos, tarjetas que no pasan, sucursales sin efectivo y topes de retiro que cambian según el humor del día. La supuesta modernización financiera ha terminado convirtiéndose en un laberinto donde cada paso genera más problemas de los que resuelve.
El mayor absurdo es que, en un contexto de inflación desbordada, los bancos tampoco tienen dinero físico para entregar. Por eso las cuentas bancarias se vuelven poco útiles: porque a la hora de comprar comida, resolver el transporte o sobrevivir la semana, lo que se necesita es efectivo… y ese brilla por su ausencia.
Desde varios puntos del país llegan denuncias de colas interminables y clientes que pasan horas esperando para sacar apenas una parte de lo que tienen en sus cuentas. Las sucursales, sin liquidez, aplican límites cada vez más bajos o simplemente repiten la frase que se ha vuelto dolorosamente común: “no hay efectivo en ventanilla”.
Todo esto ocurre en un país donde los salarios pierden valor cada semana y donde la dolarización de facto obliga a mucha gente a buscar divisas como única forma de sostenerse. La MLC sigue concentrando los productos básicos y el mercado informal de divisas se dispara, hundiendo aún más al peso cubano.
A cuatro años de implementado el famoso “ordenamiento monetario”, la realidad es demoledora: precios altísimos, ingresos que no alcanzan, un peso destruido y un sistema bancario sin liquidez para cumplir su función mínima. Las escenas de Marianao no son un hecho aislado, sino la confirmación de un desorden que se ha vuelto norma.
Mientras tanto, las autoridades prefieren culpar a las redes informales de envío de dinero o incluso a medios independientes como El Toque, acusándolos de “saboteadores”. Pero la evidencia está a plena luz del día: el origen del caos no es una página web ni un cambista, sino un modelo económico incapaz de garantizar estabilidad, confianza o siquiera el acceso al dinero de los propios ciudadanos.
Y así, mientras los medios oficialistas arremeten contra quienes informan, el cubano de a pie sigue amaneciendo en colas interminables, luchando por retirar unos pocos billetes, consciente de que en la Cuba de hoy incluso sacar dinero del banco es una misión incierta.
El video de Marianao solo viene a confirmar lo que todos saben: la bancarización no ha modernizado nada. Al contrario, ha dejado al descubierto un sistema bancario que colapsa a simple vista y unos billetes que raramente están donde deberían estar: en manos de quienes los necesitan para vivir.







