Pastor argentino Dante Gebel vuelve a hacerlo: Su Ministerio regaló miles de juguetes y bicicletas a niños cubanos en Camagüey

Redacción

Camalote vivió un día diferente, de esos que no dependen del Estado ni de ningún “plan nacional” que nunca llega. La gente se reunió porque los misioneros de Dante Gebel repartieron juguetes a los niños, y eso bastó para que la localidad de Camagüey se llenara de risas, fotos, carreras y esa energía que solo aparece cuando los más pequeños reciben algo que en Cuba se ha vuelto un lujo.

Los voluntarios de Gebel llegaron con camiones y rastras cargadas de muñecas, bicicletas, carritos y un montón de artículos que hoy por hoy en las tiendas cubanas son piezas de museo o cuestan medio salario mensual. Mientras tanto, en Camalote lo que había era fiesta, música y niños felices estrenando algo que jamás habrían podido comprar en la Cuba del “somos continuidad”.

La distribución se hizo con orden y coordinación, casa por casa y en espacios comunitarios, porque la idea era clara: que cada niño recibiera al menos un juguete sin necesidad de colas interminables, listados de la FMC ni firmas del PCC. Los voluntarios locales se sumaron sin regaños ni amenazas de los llamados “factores”, demostrando algo que el Gobierno nunca quiere admitir: cuando la gente se organiza por voluntad propia, las cosas salen mejor y más rápido.

Los juguetes llegaron priorizando a los menores con menos posibilidades económicas. Es decir, prácticamente todos. Y la comunidad lo agradeció sin discursos vacíos ni aplausos obligados. Solo sonrisas, abrazos y padres viendo a sus hijos jugar con algo que no es un palo, una pelota vieja o un invento reciclado. En otras palabras, un día normal en cualquier país normal, pero un acontecimiento extraordinario en Cuba.

La jornada incluyó actividades, juegos y diversión para los pequeños. Nada de charlas políticas, nada de “gracias al esfuerzo de la Revolución”, nada de consignas gastadas. Solo un espacio donde los niños pudieron ser niños, sin la sombra constante de la escasez.

Mientras tanto, el régimen, ese que presume de que “ningún niño quedará desamparado”, siguió ausente como siempre. Aquí quien trajo alegría fue una misión de cristianos argentinos y cubanos que, sin recursos estatales ni millones en presupuesto, hicieron en un día lo que el Gobierno no logra en años.

La ironía es evidente: cuando no mete la mano el Estado cubano, las cosas funcionan.

Habilitar notificaciones OK Más adelante