En plena crisis de salud y con hospitales saturados, el Dr. C. Osvaldo Castro Peraza, especialista del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), soltó en la Mesa Redonda que la epidemia de chikungunya “va a pasar” y que pronto será “historia para contar”.
La declaración cayó como un balde de agua fría entre los cubanos que hoy están postrados en sus casas, sin medicamentos ni información clara, enfrentando la enfermedad en soledad. La frase choca con los propios datos que reconoce el Ministerio de Salud Pública (MINSAP): más de 31,000 casos sospechosos, 95 pacientes en cuidados intensivos y una infancia especialmente golpeada, con 34 niños en estado grave o crítico.
Castro Peraza admitió que el brote es “importante” y lo comparó con epidemias que arrasaron poblaciones enteras en Brasil y Colombia. Aclaró que Cuba era un país completamente “virgen” ante el virus y que, a diferencia del dengue, casi todos los infectados presentan síntomas.
Aun así, el mensaje oficial fue optimista: pidió “mantener la calma” y aseguró que en tres meses “la mayoría va a mejorar”. “Vamos a tener un fin de año”, dijo, repitiendo que “esto va a ser historia para contar”. Para quienes hoy velan a un niño en terapia intensiva o no pueden levantarse de la cama, esas palabras suenan huecas, desconectadas de la tragedia real.
El propio especialista reconoció que los primeros días de chikungunya son invalidantes. “El enfermo está prácticamente postrado”, dijo, y agregó que algunos no pueden ni cocinar ni realizar actividades básicas. Cuando toda la familia cae enferma, “el problema es serio”, advirtió. Además, detalló complicaciones graves como meningoencefalitis, miocarditis, arritmias, insuficiencia de órganos, hemorragias severas y lesiones cutáneas que parecen quemaduras. Los más afectados —niños pequeños y ancianos— son justamente quienes llenan las salas de terapia intensiva.
Tanto Castro Peraza como el doctor Francisco Durán señalaron un hecho clave: muchos enfermos evitan los hospitales. La razón no se trató con claridad, pero la realidad es evidente: falta de insumos, colas interminables, escasez de analgésicos y desconfianza acumulada empujan a la gente a automedicarse, arriesgando incluso su vida.
Durán también admitió que decenas de brigadas de fumigación no operan por falta de personal o equipos, y que las cifras oficiales “no siempre reflejan la realidad”. Mientras el MINSAP pide calma, la epidemia sigue avanzando.
Para miles de cubanos que hoy sufren dolor, miedo y abandono institucional, las palabras del IPK no son consuelo: son la confirmación de que, una vez más, el pueblo carga solo con la peor parte.







